Carne de mujer
La hipocresía que se esconde detrás del fenómeno de la explotación sexual nos alcanza a todos como sociedad
Pocas dudas puede haber respecto a que hoy en día el señor Ábalos, el hombre que fue la mano derecha del presidente Pedro Sánchez, es ... hombre al agua. Parece que la única persona capaz de hablar bien del todopoderoso ex ministro sea él mismo.
En los últimos días sus supuestas actividades delictivas han vuelto a la palestra por las sucesivas entrevistas realizadas por su ex mujer a diferentes medios informativos. En ellas se habla poco de corrupción y mucho de sexo. Parece ser que al señor Ábalos y a su compinche, el que parecía tonto, les gustaba disfrutar de su poder tirando de catálogo de carne: «Te traigo a x que está recién, está perfecta. O a xx. O a las dos». Son conversaciones que todos hemos escuchado entre el pasmo, la vergüenza y el espanto.
Tampoco es que pagaran constantemente por reducir a la nada moral a las mujeres con las que se veían. También les buscaban respetables puestos de trabajo con los que sentirse menos monstruos. Parece ser que uno se siente más tranquilo acostándose donde y cuando quiera para disfrutar de los favores sexuales de una mujer cuando esa mujer tiene un trabajo respetable, aunque en su puesto de trabajo no la haya visto nunca nadie. Puta pero 'honrá', que cobra su nómina.
La hipocresía que se esconde detrás del fenómeno de la explotación sexual nos alcanza a todos como sociedad. Según un estudio elaborado por el Ministerio de Igualdad del Gobierno España, en el año 2023, casi un tercio de los hombres en España reconoce haber pagado por sexo en algún momento de su vida. El 96% de las personas en situación de prostitución son mujeres y de ellas más del 60% proceden de Latinoamérica. Estos datos no son baladís y pueden y deben analizarse. Dejan, entre otras certezas, la comprobación de que el machismo no sólo no ha sido erradicado de nuestra sociedad sino que cada día escala posiciones para asentarse tanto en los ámbitos de poder, como en las capas más bajas del estrato social. La utilización del cuerpo de las mujeres deshumanizándolas hasta convertirlas en objetos manoseables, demuestra cuán lejos estamos de conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. Mientras millones de hombres sigan pagando para obtener su ración de carne (cuanto más puedas pagar, más joven y tierna) ante la pasividad absoluta de las diversas fuerzas políticas, seguiremos avanzando hacia una sociedad cada vez menos igualitaria.
Nuestros representantes políticos han hecho tímidos intentos por abordar un problema que de forma recurrente vuelve para abochornarnos. «Quiero que sepáis que los audios sobre las mujeres que se han filtrado nos repugnan. La falta de ejemplaridad, la zafiedad y el machismo son incompatibles con los valores feministas de esta organización» manifestó raudo Pedro Sánchez, y hasta hoy. «Es de vergüenza y es lamentable» manifestaba la representante del PP en el Congreso, Ester Muñoz, añadiendo que el tema «da asco».
Desde entonces hasta hoy no hemos visto que se haya dado ni un solo paso que pase de la crítica a la acción. No se han planteado investigaciones que analicen el fenómeno en profundidad para posteriormente abordarlo con el rigor oportuno.
Desde el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología nos sentimos impelidos a proponer la realización de un estudio de estas características que contribuya a profundizar en el tema desde todos los puntos de vista, dando voz tanto a víctimas como a verdugos, tanto a explotadores como a explotadas, tanto a quienes se esconden como a quienes han hecho de la erradicación de la prostitución una bandera de vida.
Las conversaciones entre Ábalos y Koldo o los testimonios de su ex mujer nos vuelven a recordar lo barata que se puede comprar la carne de mujer.
Mientras, ni gobierno ni oposición planteen medidas que acoten y afronten el problema, puteros con y sin poder seguirán humillándonos como sociedad.
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