El dilema de la gratificación inmediata
Master of Science in Management, London Business School
Sábado, 6 de diciembre 2025, 07:40
En 1970, el profesor de psicología de Stanford Walter Mischel realizó el experimento que a continuación comento. Ofrecía a niños comerse una nube inmediatamente; pero ... si el niño era capaz de esperar un rato, hasta que le dijera el profesor, la recompensa era de dos nubes u otras dos chuches, según los gustos del niño en cuestión. Repitió muchas veces el experimento observando cómo actuaban los sujetos; algunos se comían la nube inmediatamente y otros utilizaban varios tipos de estrategias (distraerse, contar con los dedos, dar vueltas a la sala...) para contener el impulso y esperar la recompensa. En estudios de seguimiento al conjunto de niños que participaron en el experimento, se constató que los que pudieron esperar tenían mejores resultados académicos y unas vidas adultas más equilibradas.
Lo que sí prueba el experimento es una premisa fundamental de la ciencia financiera: un euro de hoy vale más que el de dentro de un año. Por eso, a quienes esperan ese año se les retribuye: es el tipo de interés.
Este experimento también nos conecta con la Escuela Austriaca de Economistas. Lo que sigue son extractos de uno de ellos –quizá el más relevante–, Ludwig von Mises. Dice nuestro autor que otras escuelas de economía imaginan al hombre fuera del tiempo, desprovisto de necesidades y de mortalidad. Pero ese hombre imaginario no es el real; en la vida todos actuamos, lo cual, a su vez, implica elegir, lo que nos lleva a preferir. El tipo de interés es la forma económica del tiempo y de la preferencia.
Toda política que busque la eliminación del interés conduce al empobrecimiento general, a la paralización
Un tipo de interés cero equivaldría a decir que los bienes presentes, el euro de hoy, tienen el mismo valor que los bienes futuros, el euro de dentro de un año. Si el tiempo tiene sentido, esta afirmación es imposible, absurda.
Toda política que busque la eliminación del interés conduce al empobrecimiento general, a la paralización. Dice Mises que el socialismo se basa en un hombre que no existe, que no es real, pues este tiene necesidades y además una vida limitada.
Es decir, la decisión de posponer el disfrute de un bien para utilizarlo en el futuro puede ser una decisión moral pero lleva aparejada la utilidad del interés. Toda herramienta, edificio, fábrica, maquinaria... representan decisiones de demorar el consumo inmediato para formar un capital productivo que, a su vez, genera bienestar y riqueza futuros.
Pero cada uno damos valor diferente a las cosas; o valoramos más un diamante que el agua sin la que la vida no es posible. En 1949, Mises publica su libro fundamental, 'La acción humana', en el que sostiene que cada individuo está siempre actuando para mejorar su situación, que es propia de cada uno, y por ello los gobiernos no pueden planificar, por muchas fórmulas matemáticas que utilicen, lo que es bueno para cada uno de nosotros.
Cuando los gobiernos pretenden regular la vida económica, el caso más claro es el de los países comunistas. Quizá menos visible en otros, pero igual de equivocados. Pensemos en la regulación del alquiler de viviendas en España. Una ley, seguramente bien intencionada, está produciendo efectos no deseados. Como dice un seguidor de Mises, si de repente el gobierno decide bajar el precio del pan, desaparecen las panaderías y los consumidores nos quedamos sin pan. Lo mismo pasa con las viviendas y con cualquier bien o servicio que demandemos o utilicemos.
Volviendo, para concluir, a la gratificación inmediata o demorada, aunque los estudios iniciales decían que no tenía relación con la fuerza de voluntad, estudios actuales muestran lo contrario. Científicos actuales, con la ayuda de la neuro-imagen, prueban que hay factores que influyen en cualquiera de las dos decisiones. También dicen que hay una pequeña diferencia entre hombres y mujeres.
Freud y otros psicólogos hablan de la impulsividad como contrapuesta al auto-control. También influyen elementos ambientales y culturales. La incapacidad para decidir también viene determinada por otros diagnósticos clínicos tales como déficit de atención, ansiedad...
En cuanto a factores ambientales o culturales, si tenemos en cuenta lo que ocurre en España, pueden existir algunos que son específicamente nuestros. Si nos damos cuenta de que los tipos de interés son inferiores al aumento real del coste de la vida; o que muchos salarios no llegan a fin de mes; o que todos los días falta al trabajo un 10% de la población activa, ¿cómo pedir a la gente que demore la gratificación?
Las enseñanzas de la Escuela Austríaca podrían ser parte de la solución: que los mercados funcionen mejor. Tenemos en España mucho suelo construible pero parece ser que se liberaliza a cuentagotas. No puede ser que los impuestos que gravan las licencias, el suelo, lleguen a ser, según algunos estudios, de entre el 25% y 30% del coste de construcción. La productividad es el factor fundamental del nivel salarial y tiene dos componentes: la inversión en capital y el trabajo de las personas. Todo lo que sea poner trabas o regulaciones nos llevan a no demorar nuestras decisiones de disfrute inmediato. Los gobiernos tienen mucha responsabilidad.
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