El Papa que no balconeó la vida
Después de agradecer la esperanza de Francisco, esperamos que los cardenales elijan a alguien que continúe impulsando los procesos que puso en marcha
Carmen Bernabé
Domingo, 27 de abril 2025, 07:37
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Carmen Bernabé
Domingo, 27 de abril 2025, 07:37
Francisco pidió a los jóvenes en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Río de Janeiro: «Queridos jóvenes, por favor, no balconeen la ... vida, métanse en ella, Jesús no se quedó en el balcón…». Y les dio ejemplo, Francisco no balconeó la vida ni las situaciones más duras y difíciles del mundo. Para sus visitas apostólicas eligió lugares y países periféricos, sufrientes y conflictivos por causas diversas. Lampedusa y su centro de acogida de migrantes fue el primero de otros muchos viajes, algunos insólitos, a veces peligrosos, que llevaban cercanía y consuelo a la gente, a la vez que hacían visible el problema y la injusticia de muchas de esas situaciones. Francisco no dudó en denunciar conflictos, intereses y políticas injustas que atentan contra los más vulnerables y cuestionó a quienes los causan. Acogió y defendió a los homosexuales y su derecho a tener una familia, el de los divorciados a la plena acogida en la Iglesia, defendió el cuidado de la casa común.
Francisco bajó del balcón, salió del palacio papal y se metió en la plaza, en la vida, comenzando por usar un utilitario y vivir en Santa Marta, la Casa de huéspedes del Vaticano, por donde pasan obispos y sacerdotes de todo el mundo. «Yo sin la gente no puedo vivir. Necesito vivir mi vida junto a los demás», fue la razón para este cambio de una importancia enorme. Fue el inicio de la despontificación del papado que él llevó a cabo y tanto ha molestado a un sector de la Curia y de la Iglesia. Y es que fue un hombre de gestos con trascendencia.
Ya en su primera aparición en el balcón, con una simple sotana blanca y sus zapatos negros de siempre, y tras un sencillo «hermanos y hermanas, buenas tardes», manifestó su deseo de caminar con el pueblo creyente («obispo y pueblo, pueblo y obispo»). Y así fue hasta en la última salida que hizo, cuando después de bendecir, por última vez y desde la misma ventana, a la ciudad y al orbe, bajó a la plaza para mezclarse con la gente y fundirse en un postrero saludo y simbólico abrazo de despedida. Francisco fue un hombre de signos que ponían en marcha procesos, una característica fundamental de su papado, como aparecía ya en la entrevista que le hizo A. Spadaro a los tres meses de ser elegido y que, junto a la exhortación apóstolica 'Evangeli Gaudium', son anuncio programático. «Lo nuestro es poner en marcha procesos, más que ocupar espacios. Dios… está presente en los procesos de la historia. Esto nos hace preferir las acciones que generan dinámicas nuevas. Y exige paciencia y espera». De ahí también la importancia que dio al discernimiento y a su necesaria escucha.
Esta clave ayuda a entender sus gestos simbólicos y sus acciones. Uno de los procesos más importantes que ha puesto en marcha su papado es el de la sinodalidad, ya que supone un cambio de paradigma en el proceso del tratamiento de los problemas de la comunidad eclesial. El segundo, la lucha contra el clericalismo. El tercero, el lugar de las mujeres en la Iglesia. Es cierto que Francisco ha dado pasos audaces al nombrar a algunas en puestos y cargos de responsabilidad en el Vaticano (lo que en el mundo civil sería una alcaldesa y una ministra del 'ministerio' de la Vida Religiosa). Pero este es un proceso aún con grandes retos por delante. Además del machismo que el mismo Francisco reconocía, es necesaria una revisión de la antropología que asume la Iglesia en su magisterio oficial, una lectura más coherente de los inicios cristianos, una asunción más profunda de las consecuencias de los principios propuestos por el Vaticano II sobre la Revelación y la historicidad de la fe cristiana, así como una teología consecuente. Esta revisión permitiría a la Iglesia avanzar en la comprensión y solución de varios problemas que, junto al del lugar de la mujer en ella, tiene planteados. Esta revisión está en marcha, es realizada por varones y mujeres que se dedican a la Teología. Francisco les devolvió la libertad de expresión, ahora hace falta atender sus propuestas.
Junto a la apertura de procesos, Francisco tuvo que tomar decisiones duras ante situaciones críticas que requerían un discernimiento tranquilo y una actuación rápida. Nada más comenzar se encontró con dos problemas muy graves que habían llevado a la lúcida renuncia de Benedicto XVI: la pederastia y abusos sexuales, y los escándalos financieros del Vaticano, unido todo ello a la reforma de la Curia. En todos tuvo que afrontar una dura oposición, conjuras y ataques.
Después de agradecer sus años de papado, su inyección de esperanza, magnanimidad y humor, esperamos que los cardenales sepan discernir en los signos de los tiempos, «escuchando lo que sucede, el sentir de la gente, sobre todo de los más pobres», y elijan, más allá de las previsibles presiones de todo tipo en contra, a alguien que continúe impulsando de forma creativa los procesos que Francisco, retomando el espíritu del Vaticano II encallado por la interpretación involucionista del papado de Juan Pablo II, puso en marcha, de forma que lleguen a buen puerto.
Doctora en Teología Bíblica
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