Cuando los expertos se van: lo que está en juego con el MIR
El MIR es una de las joyas del sistema sanitario español. No solo selecciona a los futuros especialistas con criterios de mérito y capacidad, sino que se ha consolidado como un modelo internacional de acceso justo y transparente
La reciente dimisión de varios miembros del comité de expertos encargado de diseñar el examen MIR ha encendido una luz de alarma en el sistema ... sanitario español. Lejos de ser un hecho anecdótico, esta situación pone en duda la dirección que está tomando el Ministerio de Sanidad en un terreno especialmente sensible: la garantía de mérito, imparcialidad y rigor técnico en el acceso a la formación sanitaria especializada.
Desde el Ministerio, se han defendido los cambios como una «adecuación normativa», orientada a reforzar la «legitimidad, pluralidad y transparencia». Nadie puede estar en contra de esos principios. Sin embargo, la verdadera pregunta es: ¿por qué dimiten quienes mejor conocen el sistema si los cambios son tan razonables? ¿Por qué no se ha trabajado en la construcción de un consenso técnico que los incorpore?
La gestión comunicativa del Ministerio ha optado por una narrativa ambigua. Por un lado, asegura que «el examen no cambiará en absoluto»; por otro, subraya que los cambios son profundos y necesarios. Esta dualidad no solo genera desconfianza, sino que alimenta la sospecha de que estamos ante un rediseño institucional con más carga política que fundamento técnico.
El MIR es una de las joyas del sistema sanitario español. No solo selecciona a los futuros especialistas con criterios de mérito y capacidad, sino que se ha consolidado como un modelo internacional de acceso justo y transparente. Alterar este engranaje sin plena justificación, sin una interlocución activa con el mundo científico, y, sobre todo, sin contar con quienes han mantenido su calidad durante años, es una temeridad institucional.
Se nos dice que los cambios responden a la necesidad de adaptarse a la normativa. Sin embargo, esa «adecuación», si no se acompaña de diálogo, claridad y respeto por la experiencia acumulada, podría acabar destruyendo lo que ha funcionado bien durante décadas. ¿Desde cuándo la modernización implica prescindir del conocimiento experto?
En política sanitaria, hay decisiones que no se miden solo por su legalidad, sino también por su impacto simbólico. Si se debilita la percepción de independencia y solvencia del MIR, si se extiende la idea de que el proceso está a merced de decisiones discrecionales, estaremos abriendo una grieta en la confianza ciudadana. Y esa confianza es mucho más difícil de recuperar que cualquier ajuste normativo.
Por último, no podemos obviar el contexto en el que esto ocurre. En un sistema sanitario ya tensionado por la falta de profesionales, las jubilaciones masivas y la necesidad de atraer talento joven, cualquier señal de inestabilidad institucional puede tener efectos devastadores. Lo que hoy parece un simple ajuste administrativo puede convertirse mañana en un problema estructural.
Desde Cantabria, donde, a pesar de contar con una excelente cobertura de plazas de plantilla, estamos trabajando en un ambicioso plan para retener el talento MIR, sabemos bien que cada detalle cuenta. Cada decisión, cada señal de confianza o desconfianza hacia el sistema, influye directamente en la vocación y el compromiso de los profesionales que necesitamos.
No hay política sanitaria que funcione si se desprecia la técnica, la experiencia y el diálogo.
El Ministerio haría bien en reconsiderar su estrategia. Modernizar no es imponer. Cambiar no es sustituir sin explicación. Y reformar no puede consistir en apartar a quienes más saben.
El sistema MIR necesita evolucionar, sí, pero sobre todo necesita respeto. Respeto por su historia, por su comunidad científica y por aquellos que han garantizado, durante décadas, que el acceso a la profesión médica en España siga siendo una cuestión de mérito, no de oportunidad política.
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