Cincuenta años de incredulidad
Mis dos abuelas eran dos creyentes de mucha categoría. Hasta que la salud se lo permitió, Amelia, la paterna, subía de rodillas los peldaños ... de la ermita de Covadonga en cuanto 'La Santina' le concedía algún deseo, y en el cuello de la materna, colgaba el escapulario de la Virgen del Carmen mientras atendía la venta de pescado en su puesto de la Plaza de la Esperanza. Como se dice ahora, creyentes no, lo siguiente. Pero ninguna de ellas se creyó eso de que el hombre había llegado a la Luna. Era inútil discutir sobre el asunto. Cuando comprobaba que no podía convencerlas, las dos amortiguaban mi enojo con una sonrisa que más o menos me decía: «qué juventud ésta que se cree estas cosas». Es igual que les dijera que yo mismo lo había visto por la televisión o que había salido en los periódicos. «No te creas todo lo que dicen los papeles, hijo», me decían. Así que desarmado y cautivo por aquella bendita incredulidad de tales creyentes, me iba con la música a otra parte.
Después de cincuenta años, la música ha seguido sonando en torno a aquel histórico acontecimiento, y aunque las pruebas del alunizaje son evidentes y los viajes a nuestro satélite incluso se han repetido, siguen las dudas sobre si realmente Neil Amstrong y Buzz Aldrin pisaron suelo lunar aquel 21 de julio de 1969. Internet y YouTube están repletos de afirmaciones y teorías que acusan a la NASA de falsificar el salto que Amstrong realizó desde la cápsula del Apolo 11 para dar aquel paso tan pequeño para el hombre, pero tan grande para la humanidad. Está visto que es más fácil abrir los ojos a la inspiración de poetas e incluso a las historias de toros enamorados que al hecho de que esa luz grande que tanto brilla por la noche, se puede tocar. Es como una especie de rebelión contra el romanticismo de la fantasía. Así que después de cincuenta años, tendré que seguir dándome por vencido ante la incredulidad de tales creyentes e ir con la música a otra parte.
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