Financiación prometedora
El Gobierno anunció el martes pasado una asignación de quinientos millones de euros para «mejorar la calidad de vida de personas con ELA y otras ... enfermedades o procesos de alta complejidad y curso irreversible». Las asociaciones, los enfermos y sus familias han recibido la noticia con esperanza, pero también con cierta desconfianza, por los palos recibidos —esta medida llega tarde para muchos—, y el ruego de que se agilicen los trámites burocráticos para que las ayudas lleguen por fin a sus destinatarios.
Leo el decreto-ley en el BOE, pendiente de convalidación. Me llama la atención el sentido de urgencia de las disposiciones previas para los reconocimientos del grado de dependencia y la tramitación de las ayudas. Finalmente, nos hemos dado cuenta de que en estas enfermedades la evolución es rápida y, si te duermes, la salud del enfermo sufre un grave «quebranto», y la utilidad de la ley es nula. Ojalá sepamos aplicarlo.
Se crea un nuevo grado de discapacidad llamado Grado III+, denominado de dependencia extrema. Pero hay cierta vaguedad en la descripción de los requisitos necesarios. Se describe a aquellos diagnosticados de ELA «con una dependencia completa para actividades de su vida diaria y con asistencia instrumental y personal derivada de problemas respiratorios y disfagia», y para el resto de enfermos lo recogido en la Ley ELA anterior.
La última palabra la tendrán los equipos de valoración de las comunidades autónomas, que también financiarán las ayudas. Nadie quiere pensar en un endurecimiento de las valoraciones que deje fuera a enfermos con grandes necesidades, y que provoque una 'financiación fantasma' que retorne lo presupuestado al cajón del que nunca salió. Habrá que estar atentos.
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