Ñoquis con conejo
El mundo de la videncia es apasionante. Hay diferentes variaciones de este campo que englobarían la nigromancia, la quiromancia, la runomancia, los tarotistas y la ... astrología entre otros. Leo en este periódico la fascinante historia de la italiana Gisella Cardia. A sus facultades como vidente, esta mujer le añade apariciones marianas el día tres de cada mes, lo que facilita mucho su oficio, y le permite, por ejemplo, multiplicar a su antojo platos de ñoquis con conejo o pizza. La vidente posee una representación de la Virgen que llora sangre, aunque a algún desalmado se le ocurrió analizar el ADN de esa sangre y vio que coincidía con el de su propietaria, lo que solo demostraría que la Madre de Dios y Gisella comparten ADN.
No entiendo que la gente quiera conocer su futuro. Ni siquiera con personajes tan atractivos como Gisella Cardia. Entiendo lo de multiplicar los ñoquis con conejo, yo a favor en eso. Para los que pensamos que la vida es una tómbola, sí, de luz y de color, no, el futuro que vislumbramos está plagado de catástrofes naturales, pandemias devastadoras, guerras mundiales cruentas o, en el mejor de los casos, la decrepitud y la muerte. ¿Por qué íbamos a querer que nos echaran la buenaventura? Y menos si ya tenemos algo de calle y podemos distinguir a un sacacuartos con los ojos cerrados. Por eso algunos solo queremos disfrutar de la película de la vida de forma despreocupada, que no venga el típico listillo a contarte lo que estás viendo o lo que vas a ver. No necesitamos que nadie llore sangre ni haga milagros. No queremos adivinos, pitonisas ni curanderos, y los magos nunca nos hicieron mucha gracia. Solo tragamos con un axioma irrefutable: todo puede ser mágico si uno es lo suficiente estúpido.
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