Pensamientos internos
Siempre que alguien no iniciado observa mi forma de comunicarme, utilizando un lector que detecta el movimiento de mis ojos para transmitirlo a un teclado, ... aquello le parece brujería o una especie de telepatía extraña. Entre todas las explicaciones que se forman los observadores de esta tecnología, me hacen gracia los que teorizan sobre la presencia de unos chips implantados en mi cerebro que leen mis pensamientos y los convierten en palabras en un ordenador.
Hay que ser más prudentes cuando nos reímos de aquellos que tienen la capacidad de anticipar el futuro tecnológico, por abracadabrante que sea. Porque ahora leo que unos genios de la Universidad de Stanford han conseguido que cuatro personas con parálisis graves trasladen frases imaginadas a un ordenador, mediante dispositivos implantados en su cerebro.
Estos inventos son un gran avance pero plantean algunos problemas. En este caso, «la filtración accidental de pensamientos internos». O sea, que a la maquinita le cuesta disociar entre las tonterías que uno quiere decir y las burradas que uno está pensando. Imaginen una conversación sin ningún tipo de filtro. Hay quien se precia de ser muy sincero y de no callarse nada. Pero sinceridad no equivale siempre a verdad. Y la mentira suele camuflarse como verdad, o como sinceridad.
Para evitar estos dolorosos arranques de franqueza, los de Stanford han tirado de aquella vieja película para establecer una clave: chitty chitty bang bang. Tú piensas esa consigna y lo que sigue en tu mente se transcribe, lo cual tampoco evita bochornosas filtraciones, o que acabes petando el artilugio con tus verborreas mentales en cascada.
Nuestra privacidad ya la hemos regalado sin rechistar. Ahora le toca a nuestros pensamientos. No lo piensen.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión