Ante la temporada alta
En vísperas de los momentos de mayor ocupación turística, Cantabria se prepara para recibir cada vez a más visitantes y gestionar los problemas que el fenómeno causa sin sacrificar sus atractivos
Dos de los usos sociales que más han incidido en el turismo de la región en los últimos tiempos, el 'boom' de los pisos turísticos ... y la popularización de las autocaravanas, abordan la proximidad de la temporada alta con sus nuevas reglamentaciones en trámite. El Gobierno confía en tener preparada la de los vehículos turísticos para el verano, tras la resolución de las alegaciones, aunque su puesta en marcha para esta temporada será muy difícil. Y la de pisos turísticos, también pendiente de dictámenes, tardará en ver la luz.
Son quizá dos de los aspectos más controvertidos de un sector que, sin embargo, vive un momento de auge, en el que a las bondades propias de la región y de su oferta se unen los efectos de la subida de temperaturas. Aunque las nuevas prácticas (vivienda turística y caravanas) hacen aún más complicado contar con datos fiables, cerca de 1,4 millones de personas según el Icane nos visitaron en el 2024, la cifra más alta en la estadística regional, mientras en determinados momentos de agosto pudo haber un millón de personas en la Comunidad.
El sector identifica, además de la necesidad de ordenar ambos fenómenos para evitar la competencia desleal, los usos ilegales y, en general, los conflictos que su extensión desmedida causa, otros problemas para su desarrollo. Los cortes de tren y las obras en las carreteras, pese a estar destinados a la mejora de las infraestructuras y servicios y ser en cierta forma inevitables, deberían planificarse en comunicación con todos los afectados e intentando evitar esos momentos extraordinarios de máxima ocupación, con muchos otros servicios en un punto de tensión extrema.
La presión por la alta ocupación también se traslada a la sanidad, que vive durante los meses del verano una de sus pruebas de estrés anuales, y que ha llevado a bajar el ritmo e incluso a detener los planes de choque para aliviar las listas de espera. La falta de personal en la hostelería, «cualificado o sin cualificar», es otro de los obstáculos para el desarrollo de la actividad y para conseguir que la atención sea óptima. Para regular los flujos de visitas, los operadores turísticos proponen, junto con los ayuntamientos más afectados, la puesta en marcha de sistemas de control de aforos, con indicación anticipada de disponibilidad y ocupación así como la organización de aparcamientos disuasorios y refuerzos en seguridad.
Los municipios costeros y Liébana concentran la mayor presión y activan medidas como la extensión de la regulación del aparcamiento en el Sardinero y la creación de zonas para autocaravanas en Santander, ambas para 2026, así como el refuerzo de la limpieza. Laredo estrena su sistema para aparcar, y Noja, el paradigma de la explosión de población en verano (pasa de menos de tres mil a 80.000) se esfuerza por completar su plan de sostenibilidad turística y reclama apoyo para sus gastos extraordinarios.
Castro Urdiales, que ha reclamado sin éxito al Gobierno de Cantabria su declaración como 'zona tensionada' para el alquiler, vive los problemas aparejados a que ya durante el año su población real casi duplique la empadronada, con la consiguiente merma de recursos. San Vicente de la Barquera ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años, trabaja en un sistema de control de aforos en las playas. Potes vive la falta de viviendas en alquiler permanente para alojar a quienes acuden a trabajar. Problemas similares que requieren una atención de las administraciones responsables en su apoyo a los municipios y al sector, y que deben llevar a una regulación que considere todas las partes afectadas mientras salvaguarda los atractivos de la región.
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