Jugar con fuego
España debe aclarar cuanto antes que trabaja para alcanzar la inversión en defensa; la ambigüedad es la peor estrategia frente a Trump
En los últimos diez días Donald Trump ha advertido hasta cinco veces a España de que tiene que cumplir sus obligaciones inversoras en materia de ... defensa con la Alianza Atlántica. No se trata de un debate jurídico, sino político y de alto voltaje. El presidente estadounidense también ha pedido al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que presione a un socio «que no juega con el equipo». La aparente complicidad pública entre ambos líderes es preocupante para España al reconocer Rutte que el país no podrá cumplir los objetivos de la OTAN invirtiendo menos del 3,5%. Las consecuencias para España de ser considerado el eslabón más débil de la relación transatlántica son muy negativas, tanto en la relación con Washington como en Europa, en un momento geopolítico muy complicado. Solo se entiende el intento de Pedro Sánchez de evitar los compromisos adquiridos con la OTAN desde la política doméstica, para no agrietar aún más su Gobierno de coalición y disponer cuando lo necesite de un discurso electoral anti-Trump.
Sin embargo, en la cumbre de la Haya del mes de junio pasado, el Gobierno español aceptó, al igual que los demás miembros de la alianza, la imposición de Estados Unidos de invertir un 5% de su PIB en defensa de aquí a 2035. Ajeno al principio de no contradicción, el presidente Sánchez explicó en ese mismo momento que bastaba gastar el 2,1% del PIB para cumplir con los objetivos de capacidad fijados para cada país por la OTAN. La ambigüedad frente a un presidente estadounidense que entiende las interdependencias como vulnerabilidades, le gusta ser fuerte con los débiles y trata peor a los aliados que a los rivales es la peor estrategia que puede adoptarse.
El Gobierno español debe aclarar cuanto antes que, al igual que sus socios europeos, trabaja para alcanzar el nuevo objetivo de inversión en defensa en 2035. A cambio, sirve de poco sumarse al programa de la OTAN para comprar armas en Estados Unidos y dárselas a Ucrania, un parche que no funcionará. El Ejecutivo de Sánchez acierta al incrementar el apoyo militar al gobierno de Kiev en un momento decisivo de la invasión rusa. Pero este gesto ya no tiene recorrido con Washington y tampoco las afirmaciones vacías de ser un «socio fiable y comprometido con la Alianza».
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