El rector pasa el testigo
Tras cuatro años en los que la UIMP ha recuperado capacidad académica y notoriedad pública, la continuidad del proyecto de Andradas necesita allanar los obstáculos burocráticos y la falta de recursos
Hace mes y medio, en la clausura de los Cursos de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, las responsables de las instituciones que respaldan ... la UIMP, Ministerio de Ciencia, Gobierno de Cantabria y Ayuntamiento de Santander, pidieron una tras otra al rector Carlos Andradas que continuara al frente de la organización académica. A esas primeras voces se sumaron las de otros grupos sociales y culturales de la región. Finalmente, el todavía rector, ya cumplido el periodo preceptivo de su mandato y próximo a cumplir los 70 años, decidió dejar el timón a otra persona.
Esa unanimidad institucional y social ratifica lo que el análisis de los cuatro años de mandato refleja: la Menéndez Pelayo está mejor que en 2021, cuando la irrupción del covid de un año antes y la prácticamente total suspensión de la actividad de verano dejó gravemente afectada a la entidad educativa. En este periodo, ha adquirido vigor académico, notoriedad y presencia pública, ha conseguido reforzar los vínculos con Cantabria y sus organizaciones sociales y ha logrado mantener sus esencias al tiempo que ha emprendido su adaptación a los nuevos tiempos, una de las misiones que quien sustituya a Andradas deberá continuar.
Cualquier cometido que se pretenda llevar a término de cierta complejidad ha de hacerse mediante la suma de esfuerzos del trabajo en equipo. Andradas, su grupo de gobierno y los trabajadores de la UIMP, con la vicerrectora Matilde Carlón como 'alter ego' y estrecha colaboradora encargada de la programación, han levantado la institución pese a enfrentarse a una serie de obstáculos que dificultan el esfuerzo. Los recursos menguantes, tanto en presupuesto como en personal y, sobre todo, la falta de autonomía y las dificultades burocráticas y administrativas para una universidad no convencional, que tiene que inventarse cada temporada y cuya capacidad de actuar con creatividad y de explorar sendas no transitadas es precisamente lo que hace de ella esa institución única, con su «peculiar ADN», en palabras del todavía rector.
El trabajo, por tanto, no ha terminado, y es preciso que la labor del último cuatrienio tenga continuidad. El papel de las universidades de verano ha cambiado notablemente en las últimas décadas. Tomando como referencia la historia reciente (la Menéndez Pelayo tiene una larga trayectoria desde su fundación a la sombra de los preceptos de la Institución Libre de Enseñanza, allá por 1933), en los años 80 y los primeros 90 la UIMP vivió una cierta 'edad de oro', al calor de las primeras legislaturas de la Democracia y del boom político, económico y cultural que vivió España en esos años. Los Cursos de Verano estaban en el centro de la actualidad nacional, y su fórmula fue copiada hasta la extenuación a lo largo de la geografía peninsular. Aunque la Universidad no ha dejado de tener un papel sustancial en la región y ha mantenido su presencia nacional, la fórmula ha vivido cierto agotamiento. De hecho ya no queda prácticamente ninguno de esos cursos de verano inspirados en la UIMP y su particular fórmula que une actualidad, profundidad, encuentro, participación y esparcimiento veraniego en el entorno único que aporta el Palacio de la Magdalena.
Andradas y su equipo lo han tenido muy presente y quien le sustituya debe continuar esa labor, en un mundo que afronta cambios profundos y veloces y con las nuevas generaciones como depositarias de un legado, el de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que no puede dilapidarse.
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