Cuidados
Tres mujeres con distintas ideologías políticas, fundadoras del foro de debate EnClave, opinan sobre el envejecimiento de la poblacion y sobre la dependencia y reclaman una suerte de pacto integral de cuidados
Rosa Inés García Militante socialista
Todos somos dependientes
Al hablar de dependencia casi siempre pensamos en residencias para mayores, centros de día, centros de atención para dependientes físicos y psíquicos… Sin embargo, hay otras dependencias que asoman por las ventanillas de nuestros ojos atravesando nuestras vidas.
Algunas se ven diariamente. En España más de tres millones de personas mayores sufren soledad; un 36% de niños llegan al colegio con hambre; el ... 28% de mujeres sufren acoso sexual en el trabajo; miles de jóvenes y adolescentes –la mal llamada generación de cristal– recurren más al psicólogo que a sus padres y la incidencia de acoso y violencia escolar ronda el 30% provocando suicidios.
Soledad no elegida que duele en silencio, pobreza excluyente, miedo para denunciar el acoso, salud mental deteriorada de una generación a la que se prometió todo y se encuentra con nada, atenazan la libertad de muchas personas. Es necesario ampliar y socializar más los cuidados. Hay mucha belleza y coraje en el que sabe rendirse pidiendo ayuda: escuchar y acompañar también es cuidar. Se hace urgente un pacto integral/intergeneracional de cuidados en políticas públicas.
A menos que tengamos los ojos cerrados o que el umbral de tolerancia haya anulado nuestra sensibilidad, más pronto que tarde tendremos que enfrentarnos a que todos de una forma u otra somos dependientes.
María Luisa Sanjuan Exconcejal de Cs
Los ángeles quemados
Mientras velan la aurora, ocurre en silencio. Cada día, más de dos millones de personas en España cuidan a familiares dependientes. Lo hacen sin salario, descanso ni reconocimiento. El 80% son mujeres de mediana edad, muchas de ellas han dejado sus empleos o reducido su jornada. Conviven con la persona a la que cuidan y también con el llamado síndrome del cuidador: agotamiento físico, emocional y mental que no figura en estadísticas oficiales.
Según el CIS, casi la mitad de los españoles estaríamos dispuestos a pagar más impuestos si eso mejorara la atención a la dependencia. Sin embargo, España destina menos del 1% del PIB a este cometido, muy por debajo de la media europea, lo que se traduce en listas de espera interminables, apoyos que no llegan y vidas que perecen en el corredor del olvido.
Un año después de la aprobación de la ley ELA sin dotación presupuestaria, más de mil enfermos han muerto sin las ayudas prometidas. Parece que ahora el Gobierno central destinará 500 millones en colaboración con las comunidades autónomas, por lo que cabe deducir que si el problema no era la carencia de recursos todo se traduce en falta de voluntad y de vergüenza.
Si como dice Victoria Camps «cuidar es el modo más elemental de luchar contra la injusticia», no podemos seguir tolerando que el estado de bienestar se sostenga desde los márgenes del sacrificio familiar y que la corrupción política no sólo nos robe el dinero, sino también la esperanza.
Ser ángel no puede doler tanto.
María Luisa Peón Militante popular
Presupuesto y sensibilidad
A mi padre le debo, sin que él lo pretendiera, haber tomado conciencia del enorme desafío que supone para las familias atender la dependencia. Pertenezco a una generación con padres longevos, una suerte que nos acompaña hasta casi nuestra propia jubilación y que, en un inesperado cambio de roles, nos convierte en sus cuidadores. A las dificultades de gestionar su bienestar lo mejor que sabemos se suma la pena de ver su declive.
La dependencia es hoy, junto a los obstáculos para acceder a la vivienda, uno de esos problemas transversales que han adquirido la categoría de gran preocupación para millones de personas. La pretensión de que la administración se ocupe del bienestar de las personas que queremos no tiene ideología. Exigimos todos y exigimos a todos los gobiernos. Las familias que cuidan soportan un esfuerzo emocional y económico inmenso y por eso es lógico que exijan a los poderes públicos un esfuerzo a la altura.
El aumento de la esperanza de vida nos conduce a una sociedad envejecida. La pirámide poblacional que resulta de combinar longevidad y bajas tasas de natalidad anticipa una realidad que las administraciones públicas deben atender con presupuesto y sensibilidad. Presupuesto, porque la tendencia obliga a más dotaciones y recursos; y sensibilidad, porque no siempre las soluciones pasan por aumentar el gasto. Apunto un ejemplo: la libre elección de residencia recientemente implantada en Cantabria, que permite al dependiente y su familia decidir dónde quiere pasar la última etapa de su vida. No cuesta dinero, pero aporta dignidad.
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