Estado de crispación
Hemos caído inconscientemente en el prohibir permanente y la frustración que ello supone
Estoy muy «enritado» decía el alcalde a sus vecinos en un pueblo de la estepa castellana. «¿Querrá usted decir irritado, señor alcalde?» «Que no, que ... no, digo lo que digo, estoy más que cabreado, es decir, enritado», añadió.
Es bueno comenzar con el anecdotario para hablar de crispación y que no parezca un estado natural. Pero la realidad es que cuando se habla o se piensa en ella, en nuestro país no hay que caminar mucho. Pongamos un ejemplo reciente: estos días podemos observar no sólo la crispación entre Gobierno y oposición en su salsa. También la derecha sola, entre sí crispada, y eso con las encuestas a favor que lo hace más incomprensible. Dos dirigentes jóvenes a los que la vida y las encuestas les sonríen, que representan la gran esperanza de millones de españoles, que tendrían que estar radiantes en el conseso y el acuerdo, están ahora inmersos en una pura crispación y abatimiento. Increíble.
En la literatura hay mil ejemplos de irritación –o de todo lo contrario– que se explican muy bien en los últimos tramos de la vida de los escritores. «Ahora memoria mía, no te apartes de mí que o mucho me engaño o necesitaré tu existencia en mi afanoso vagar», decía el Pérez Galdós bondadoso mientras recorría los últimos tramos de su vida; palabras que debía dictarlas y no escribirlas, ya sin visión, aún con la misma soltura de su cabeza lúcida, bonancible y agradecida de su última hora.
Muy al contrario, Umbral, por ejemplo, también al final optaba por la desesperación, el mal humor y la crispación. La verdad es que no esperó a perder facultades en sus últimos días para mostrar enfado o irritación. El enojarse formaba parte de su actitud de siempre con ese rictus asocial que tanto le gustaba exhibir y que justificaba como «propio del oficio de escritor que anda suelto por las calles y no hace una vida ordenada», queriendo disculpar un comportamiento que realmente formaba parte de su merchandising. «Yo, como Don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme», señalaba con su habitual inmodestia.
Aunque aquí, entre nosotros, él no nadaba suelto por las calles y era más bien de mesa camilla y flan de merienda, eso sí, con tajada de Ballantine's, que no faltaba nunca, como tampoco escaseaba la crispación.
Nosotros estamos viviendo ahora mismo un periodo histórico de cambio social y tendremos que contarlo cada uno a nuestro nivel y con nuestro estilo, como es lógico. Yo elijo una escritura rápida, como de Polaroid, de apuntes al natural, que quiere mirar la España de ahora tal como es y observar los muchos cambios que desde luego no siempre son 'a mejor'.
Hemos fabricado una vida nueva en la que lo crispado tiene una gran presencia y parece que duradera sino definitiva que es lo peor.
No ayuda la instalación permanente entre nosotros de este maldito virus que excita nuestro comportamiento y estresa nuestra conducta, que dejada en manos de 17 pensares, tantos como comunidades autónomas, sin la dirección colegiada del Gobierno, ni solidaridad entre autonomías plenas de asimetrías y egoísmos, detecta fallos que habría que corregir y no se ve buena intención ni buen senso.
Es necesario volver atrás y partir de cero reordenando ese engaño al federalismo que suponen las autonomías y que parecían una buena idea. El estado de las autonomías tiene suficientes defectos visibles, ahora nítidos tras esta tensión del estado de alarma que requiere revisión consensuada y no se ve salida.
Estamos en un momento crítico en el que lo único fijo y diario en nuestro despertar es la crispación y eso es un sinvivir que originó grandes males en el pasado.
No podemos resetear continuamente hablando de la exhumación de José Antonio Primo de Rivera o de leyes de Memoria Democrática; permanentemente poniendo al descubierto las dos Españas que sabían estar calladas y trabajando juntas mientras se entendían, porque de otra forma vamos a lograr de nuevo su visualización más ácida. Habrá que volver a los caminos que conocíamos de la Transición, mirando fijamente a la comprensión y el entendimiento para impulsarnos de nuevo.
Hizo mucho daño en la vida diaria y el comportamiento social 'la prohibición'. Hemos caído inconscientemente en el prohibir permanente y la frustración que ello supone: prohibido sin mascarilla, prohibido en interiores, prohibido fuera que es botellón, ayúdenos si se extralimita, denuncie si ve más de seis personas, denuncie, denuncie, denuncie... Mientras tanto, los ladrones entran y salen en 24 horas y los okupas (unos 15.000), paradójicamente, entran en nuestras casas sin que sirva la denuncia, aumentando la tensión y originando el descanto.
Todo suma a la crispación que llega hoy a límites insospechados. Luchemos por desterrarla de nuestras vidas si queremos juntos seguir adelante con paso acompasado.
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