El hilo invisible de la confianza
El 17 de septiembre celebramos el trabajo discreto de quienes, en cada jornada, hacen de la seguridad una prioridad profesional y ética
Hoy, 17 de septiembre, se celebra el Día Mundial de la Seguridad del Paciente, una fecha promovida por la Organización Mundial de la Salud para ... recordarnos que la seguridad no es un complemento a la atención sanitaria, sino uno de sus pilares fundamentales. Cada año se pone el acento en un aspecto concreto, y en 2025 el lema es 'La seguridad del paciente desde el comienzo', centrado en garantizar cuidados seguros para los más pequeños. Una llamada de atención que nos recuerda que la seguridad debe acompañar a las personas desde los primeros instantes de la vida y a lo largo de todas sus etapas.
Como ciudadanía, solemos percibir lo más visible en nuestra relación con el sistema sanitario: la amabilidad en el trato, la información que recibimos, la rapidez en una consulta o en una prueba. Todo ello es, sin duda, muy valioso, pero existe otro nivel menos perceptible y no menos relevante; un entramado de comprobaciones, registros, protocolos y dobles verificaciones que, en el día a día, garantizan que la asistencia sea, además de eficaz, segura.
Este conjunto de acciones configura una red invisible que protege a cada persona. Antes de administrar un medicamento, se confirma la identidad; antes de una cirugía, se repasan listas de verificación; al registrar una intervención, se genera información que permite aprender de la experiencia y evitar errores futuros. Esta red no se percibe desde fuera, pero sin ella el sistema sanitario perdería la confianza de quienes lo utilizan.
En Cantabria, miles de profesionales asumen cada día este compromiso cotidiano. La seguridad impregna todas las dimensiones de la asistencia: desde la higiene de los espacios hasta la prescripción de un fármaco, la comunicación con los pacientes o la coordinación entre equipos.
Hablar de seguridad también significa hablar de confianza mutua. Quien se pone en manos de los profesionales espera no solo curación, sino también protección. Confía en que su historia clínica no se confundirá, en que la dosis de su medicación será la adecuada, en que sus datos se tratarán con rigor. Esa confianza, que a menudo damos por descontada, se sostiene sobre procedimientos rigurosos que permanecen invisibles para la ciudadanía. Lo que damos por normal, que las cosas salgan bien, responde siempre a un esfuerzo continuado y consciente.
Un día como hoy, nos invita también a reflexionar como sociedad, ya que la seguridad no es patrimonio exclusivo de los profesionales. Empieza en la prevención, en el uso responsable de medicamentos, en la participación activa de cada persona en su cuidado. Preguntar cuando se tienen dudas, seguir las recomendaciones o informar de reacciones adversas son gestos sencillos que fortalecen esa red. En última instancia, la seguridad del paciente es y debe ser una tarea compartida. Que este año el foco esté en los niños subraya que la seguridad no es negociable en ningún momento de la vida. La infancia es una etapa especialmente vulnerable, y al mismo tiempo una oportunidad para reforzar sistemas que acompañen a las personas con calidad y confianza desde el principio.
En un tiempo en que la medicina se apoya cada vez más en la tecnología, conviene recordar que la seguridad no se limita a disponer de equipos avanzados o tratamientos innovadores. La verdadera seguridad está en la atención centrada en la persona, en la coordinación entre profesionales y en la claridad y precisión en la comunicación. Ningún avance técnico tiene sentido si no va acompañado de un sistema que promueva su uso correcto y seguro.
Garantizar que un tratamiento no cause daño y que la atención se desarrolle en un entorno de confianza no es solo un requisito técnico, sino una obligación moral. Sin esa dimensión, la medicina se reduciría a mera destreza. Con ella, la asistencia se convierte en un compromiso con la dignidad y los derechos de cada persona. Por eso, la seguridad no puede entenderse únicamente como un conjunto de protocolos. Es, sobre todo, una responsabilidad ética asumida por quienes cuidan y por quienes confían.
El 17 de septiembre no celebramos solo una efeméride sanitaria. Celebramos, sobre todo, el trabajo discreto de quienes, en cada jornada, hacen de la seguridad una prioridad profesional y ética. Y en nuestro caso, debemos celebrar también que Cantabria cuenta con un sistema comprometido en mantener y fortalecer esa cultura de seguridad.
La seguridad del paciente no es un lujo ni una aspiración futura sino el presente y la esencia de la asistencia sanitaria. Reconocerlo públicamente, al menos una vez al año, es también una forma de agradecer a quienes lo hacen posible.
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