Donde lo diverso es lo 'normal'
La diversidad debería celebrarse, ¿verdad? La diversidad no puede, no debe, ser un problema. Simplemente, es. Somos diversas y compartimos el espacio público desde miradas ... poliédricas, a veces divergentes, a veces sincopadas, a veces entrópicas. Cuando la diversidad se constata y se respeta no es necesaria reivindicarla. Pero, por desgracia, falta mucho para que no sea necesaria la pancarta ni el verbo, ni este pequeño artículo que la celebra.
Ayer Felisa fue un hervidero diverso. Veíamos a niñas y niñas alucinar mientras construían una torre imposible con Tralarí mientras Andrés Neuman nos enganchaba sin remedio a María Moliner. Antes, tres jóvenes autores cántabros (Ana Segarra, Héctor Peña Manterola y Adrián Ábramo Penilla) nos mostraban como la convicción es más poderosa que el mercado o los «eso no es posible». Después, Alberto Santamaría, siempre con una sonrisa en ese rostro, nos introducía en el durísimo universo de J.G. Ballard. Y el filósofo le dejaba paso a Maxi Iglesias, el actor que con humildad da unos primeros pasos en la narrativa que le abren el universo de lo diverso. Y después… ay después… siete mujeres con el poder de la palabra diversa fueron regalándonos posibilidades infinitas. Aixa de la Cruz con Aurora Díaz Obregón, Silvia Intxaurrondo con Carmen Alquegui Lanas, Ester Vallejo con esa música sin mentira acompañada de Inés del Río y Beatriz Vallejo. La diversidad tiene sus momentos. Como ese en el que la marcha del Orgullo de Santander —en el día en que Budapest silenció a los hombres grises—pasó a 80 metros de la tarima principal mientras el público aplaudía a Aixa de la Cruz. O como es en el que chicos y chicas jóvenes, diversos, sonrientes, cruzaban la Plaza de la Palabra dispuestos a hacer oír su voz mientras decenas de miles de libros esperaban agazapados su momento de colarse en nuestras vidas.
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