Para no ser marcianos culturales
Se me ha encaramado a la nuca una frase de uno de los tres músicos que integran el proyecto Uruna. La frase se ha convertido ... en duda y la duda se me aferra a la piel como garrapata en forma de interrogante. En una entrevista en el marco de Felisa, Raúl Molleda, señalaba que a veces habitamos el territorio como «marcianos culturales», observamos con extrañeza lo que nos es propio, folclorizamos o convertimos en pasado lo que en realidad nos constituye. Así que pasé todo el día con cierto peso en la nuca. No es cómodo plantearse preguntas pero lo que sí es seguro es que es necesario hacérselas.
Pues la Plaza de la Palabra es un lujo en este sentido porque en un periodo mínimo de tiempo he podido escuchar a Sami Naïr (que intervendrá hoy en Felisa) plateando que la identidad es tan necesaria como el agua pero que no puede ser un objeto arrojadizo y a Niño de Elche apostando por la identidad queer, por «lo extraño», por conjugar en plural términos como 'voz' o 'cultura'. Es decir, que igual para no ser «marcianos culturales» deberíamos tener los pies enterrados en la tierra, la escucha afilada ante los otros y la imaginación volando de libro en libro para incorporar el silencio bueno, el que es hacia adentro, el que combate nuestros miedo, el que nos acerca al abismo para que podamos (re)conocer los contornos.
Para no ser 'marcianos culturales' quizá debamos caminar como hace Óscar Boo, el ciudadano que mira y fotografía su ciudad para identificar cada uno de sus ángulos. Para no tener el riesgo de la 'marcianada' quizá sólo haga falta hacerse unas cuantas preguntas y evitar el esnobismo que nos empuja a ser lo que no somos.
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