El futuro vintage
Juan Luis Fernández
Lunes, 19 de octubre 2020, 07:19
Habrán ustedes disfrutado de la magnífica infografía a cinco columnas en la portada de El Diario: el interior de un Mercado Nacional de Ganados de ... Torrelavega imaginariamente reconvertido a multiusos. Octubre de 2020. Cuando el recién llegado a la política local Ildefonso Calderón propuso en 2006 cambiar o modificar los usos del Mercado, le llovieron las críticas y hasta con aparato eléctrico. Ahora es un «se va a hacer» que, con mucha suerte y fondos europeos, podría estar funcionando en 2024 o 2025. Quiere decirse que entre propuesta y aceptación se han perdido 14 años, y entre propuesta y disfrute habrán pasado casi dos décadas. Fenomenal, ¿verdad?
Otra noticia de la semana nos anuncia la firma de un convenio con Castilla y León para que ciudadanos de aquella comunidad que viven cerca de Campoo puedan ser atendidos en el hospital Tres Mares. El caso es que la propia construcción de este centro sanitario siempre tuvo como objetivo estratégico incluir a pacientes castellanos en su área de actuación. Y lo que no se explica es que se haya tardado tantos años en dar a Reinosa esa capitalidad sanitaria interautonómica. De nuevo algo que llega muy rezagado a su momento cero.
Por cierto, que con Castilla y León habría muchas más cosas que acordar y coordinar, desde infraestructuras a cultura y turismo, y a garantías para el Puerto de Santander, pero aquí hemos preferido pasar el rato especulando con si el oso cubría a la osa en un monte asturiano, o de repente nos entra la pasión irrefrenable por las Siete Calles y hablamos vascuence en la intimidad. Todo esto es síntoma de una región que no tiene muy claro a dónde va. O que lo está empezando a descubrir y reconocer al cabo de cuarenta años.
El dato incontrovertible de este siglo XXI es que Castilla y León, que siempre antes estuvo por debajo de Cantabria en PIB por habitante, se ha puesto sistemáticamente por encima, y que el País Vasco, que nos sacaba alguna ventaja, ahora es totalmente inalcanzable. Y de estos resultados comparativos no es la más pequeña causa esta incapacidad para identificar proyectos e implementarlos con rapidez.
Nuestro futuro es, en cierta medida (no en toda, claro, no caigamos en la negatividad redonda), un futuro 'vintage', el porvenir de nuestras antigüedades políticas: lo que se prometió en los años 90 del siglo pasado (o a veces antes, como el Plan General de Torrelavega, que es de 1985) o a principios del actual milenio. Cualquiera que nos mida con el láser el año de partida y el año de conclusión no puede sacar otra consecuencia que nuestra pasmosa lentitud y falta de espíritu gestor.
La capital del Besaya es, por razones propias, un símbolo y condensación de estas circunstancias, pero no se restringen a dicho municipio, sino que aparecen en todos, porque es problema de dimensión regional. El Seminario de Comillas, la Residencia Cantabria, la Puebla Vieja laredana… Es posible que el indicador definitivo de la modernidad de Cantabria sea el que su futuro deje de estar en su pasado y predominen los proyectos actuales, por haberse ya cumplido los antiguos. Hay una deuda de la política y la administración con Cantabria, deuda de tiempo histórico desperdiciado. Lo ético es apresurarse a satisfacerla y pagar intereses de aceleración. Más que nada, por no seguirlos pagando con el exilio económico de nuestros hijos.
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