Viajeros del espíritu
Recordando a Menéndez Pelayo en el 113 aniversario de su muerte
Sir Francis Bacon ideó en «La nueva Atlántida» una sociedad utópica, basada en la moral ciudadana, la prudencia política y el desarrollo científico que el ... filósofo británico puso en manos de la «Casa de Salomón». Con especial cuidado diseñó los fines, procedimientos y el organigrama de esta institución clave, previendo entre otros un órgano de doce científicos viajeros, «merchants of light», encargados de traer toda suerte de libros y resúmenes, inventos y experimentos de otros países.
En el siglo XIX, que fue de secularización y reformas educativas, los principales científicos españoles viajaron y se formaron en centros académicos y de investigación europeos y los juristas aspiraron a implantar filosofías no teológicas, que dieran fundamento racional al derecho. A tal fin el ministro Pedro Gómez de la Serna introdujo la Historia de la filosofía en la enseñanza universitaria, nombró catedrático de esa materia a Sanz del Río y le envió a Europa para formarse en ella.
Pero el filósofo de Illescas desbordó las expectativas filosóficas y educativas de los liberales. Lejos de dedicarse a la historia de la filosofía, para desarrollar desde ella alguna reforma ecléctica de la tradición filosófica española, se convirtió en seguidor de Karl Krause en el círculo del barón von Leonhardi en Heidelberg. Consciente de que no era lo mismo traducir ciencia e importar patentes, que incorporar saber absoluto, Sanz del Río intentó adaptar con cuidado al castellano la metafísica de su maestro alemán y difundir su «Ideal de humanidad»; no pudo evitar, sin embargo, que su ruptura con la tradición resultara estéril desde el punto de vista filosófico. Tuvo con todo gran influencia académica y numerosos discípulos, dando lugar al movimiento krausista que se enfrentó con las instituciones políticas, culturales y educativas de la España isabelina e intentó suplantarlas sin éxito en el sexenio democrático. En este período revolucionario, en efecto, el krausismo llegó al poder político y legisló sin efecto en varias materias, en particular en educación.
En un primer momento, la Restauración de la monarquía liberal sacó de las instituciones oficiales al krausismo, le puso en el punto de mira de toda suerte de polemistas y le obligó a reinventarse como krausoinstitucionismo de la mano del también viajero Francisco Giner. Como tal fue creciendo desde 1883 su benemérita influencia académica, científica y educativa, que fue decisiva en la consecución de la llamada Edad de Plata de nuestra cultura.
En 1875, había regresado a España otro viajero del espíritu con estudios en el Colegio de Francia y en la Universidad de Heidelberg, José del Perojo. Este hispanocubano, de ascendencia montañesa, defendió una reforma científica y cultural alternativa al krausismo y basada en planteamientos neokantianos de Kuno Fischer o Wilhelm Wundt. La difundió en sus intervenciones en el Ateneo de Madrid, de sus publicaciones y su propia empresa cultural, es decir, la Revista Contemporánea y su Editorial. Sin embargo, este programa no tuvo recorrido por la falta de posición académica de Perojo, la quiebra de su empresa cultural y la inmadurez filosófica del primer neokantismo de Heidelberg que representaba.
Más éxito tuvieron los viajes humanísticos de Menéndez Pelayo a la búsqueda de manuscritos y libros de nuestros polígrafos, es decir, creadores de obras características del espíritu español y protagonistas por lo mismo de su historia cultural. Como el humanista del cuatrocientos italiano, Poggio Bracciolini, que buscó con éxito obras perdidas de clásicos latinos, a fin de que su Italia renaciera culturalmente como una segunda Roma, el precoz historiador santanderino buscaba fuentes olvidadas de nuestra historia religiosa, científica, estética y filológica, que estaba componiendo para promover una segunda edad dorada de nuestra cultura en la Restauración.
En la correspondencia de Menéndez Pelayo con Pereda y Laverde, se pueden seguir el itinerario y los abundantes descubrimientos, que resultaron de sus pesquisas en las bibliotecas históricas de Portugal, Italia, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania; y también las adquisiciones bibliográficas que fue haciendo en esos países. Tales hallazgos le permitieron completar sus series históricas dedicadas a la ciencia española, a nuestras ideas estéticas, a nuestra filología clásica y, en particular, a la heterodoxia en España, entonces mal conocida y de manera fragmentaria.
Menéndez Pelayo había adoptado el proyecto filosófico de Llorens y Barba, partidario de seguir una filosofía histórica y crítica de inspiración vivista; pero no logró restablecer con sus desarrollos la tradición filosófica española. Fueron otros viajeros como Ortega y Gasset, los que trajeron de Europa el nuevo espíritu que dominó nuestra Edad de Plata. Es mérito en cambio del historiador y crítico santanderino el avance decisivo de los estudios históricos dedicados a nuestra cultura, su pensamiento y sus literaturas; y fueron discípulos suyos como Bonilla San Martín, Menéndez Pidal o Rafael Altamira, y multitud de seguidores, quienes los desarrollaron en esa edad argéntea, dotándola así de profundidad histórica y dimensión hispánica.
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