Amo a los animales. Es cierto que ese amor no tiene reparos a la hora de comérmelos, que uno no es de piedra, pero gozan ... todos ellos de mi respeto y consideración, lo cual implica no dejar rastro en el plato para que no se diga que se sacrificaron en balde.
Aunque cada vez me cuesta más, me agacho para recoger del suelo un caracol y así evitar que alguien lo aplaste, y busco mil maneras de expulsar a las arañas y otros invertebrados de mi casa antes de matarlos. Pero ¡ay amigo!, no puedo con el puñetero mosquito y su molestísimo zumbido de ataque nocturno que elude los radares defensivos de mi percepción.
Ahora comprendo el carácter, no tan absurdo, de la célebre canción de 'The Doors' que popularizaron en España Luis Aguilé y Peret en torno a este maldito insecto: «No me moleste mosquito». Este bicho es capaz de erizar la tranquilidad del más paciente de los monjes budistas y tiene un buen motivo para ser el más odiado al poseer un lamentable récord, porque entre los animales más peligrosos que existen (tiburones, serpientes, grandes felinos o paquidermos), el mosquito es el más letal del mundo.
Se calcula que es el responsable de la muerte de unas 725.000 personas al año al transmitir virus y otros parásitos causantes de varias enfermedades, como la malaria, que mata cada año a 400.000 personas, el dengue, que provoca entre 50 y 100 millones de casos cada año, la fiebre amarilla, la encefalitis japonesa o el virus del Zika.
Y para mayor preocupación, resulta que hay más de 2.500 especies de mosquitos que pueden revolotear en todos los continentes del planeta, menos en la Antártida, y que se adaptan a cualquier intervención que usemos contra ellos. Muchos, listos y letales, con estos argumentos se merecen que les persigamos con una paleta matamoscas y el deseo musical de que «No me moleste mosquito».
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