Mataleñas en invierno
Demasiado a menudo –es decir, todos los otoños– resulta inevitable preguntarse si en algunas zonas de Santander hay vida fuera de la temporada de verano. ... O si en la Casona piensan que no existe, vamos. Me refiero sobre todo a las playas, y en concreto a la de Mataleñas, que igual porque queda más a desmano puede parecer la menos importante.
Y es que, acabado septiembre, cada año se diría que el Ayuntamiento decide desmantelarla, retirando cuantos más elementos mejor. Esta vez, por ejemplo, cuando se fueron los socorristas debieron de llevarse con ellos una caseta de madera levantada en junio, quién sabe para qué, que como vino desapareció. Eso sí, ahí ha quedado, in memoriam, una plataforma de hormigón entre la arena y las rocas.
Será que piensan que por allí no pasa nadie en estas fechas, y total para qué esmerarse, o que por algún motivo prefieren que no se baje, porque no solo quitaron la caseta, sino que también han quitado los lavapiés. En cambio, han dejado las duchas, que deben de resultarles muchísimo más prácticas, claro. Total, ¿para qué querría nadie quitarse la arena de los pies, pudiendo empaparse entero en la ducha y luego rebozárselos como croquetas antes de llegar a las escaleras? Y menos mal que no han cortado el agua, porque, si pudieran, lo mismo desmontaban hasta las escaleras. Pero el caso es que esa playa, como casi todas en la ciudad, sigue teniendo mucha vida fuera de temporada. Los que van a coger olas, a jugar a las palas o fútbol playa, a entrenar subiendo y bajando escaleras o cualquier vecino al que le apetezca disfrutar de un lugar auténticamente espectacular ¿no tiene el mismo derecho que los turistas a quitarse la arena de los pies? Incluso, aunque no sea verano.
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