Un ridículo previsible
Andábamos los racinguistas preocupados por si nos íbamos a quedar sin asiento para el España-Chipre de septiembre en los Campos de Sport, y al ... final resulta que lo que nos hemos quedado es sin partido. Y es que ya había que ser ingenuos para no darnos cuenta de que El Sardinero no iba a pasar una evaluación mínimamente seria; mucho menos, si los inspectores de la UEFA venían buscando un estadio de categoría cuatro –las antiguas «cinco estrellas»– y se han encontrado con esa ruina que los aficionados sobrellevamos con resignación y enormes dosis de fe. Fe, en concreto, en que es más fácil librarse de las tragedias que de los descensos.
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El caso es que los inspectores le han dado un dos, y uno se pregunta si no habrán sido demasiado generosos. ¿Qué parte del estadio les habrán enseñado? Porque entre las goteras, los asientos rotos o los baños que no funcionan, es difícil creer que hayan llegado ni al aprobado raspado. Estos días, además, muchos aficionados hemos podido ver las 'tripas' de los Campos y, más allá del enorme cariño que ponen los operarios del club, las instalaciones que tienen que sufrir los profesionales están exactamente igual que las de la afición: para echarse a llorar.
Con todo, es que la situación tenía arreglo. Poniendo dinero, claro. Vamos, que hubiera bastado con que el ayuntamiento y el club cumplieran con lo que llevan un año prometiendo, y se tomasen en serio de una vez sus convenios, en lugar de echarse la culpa mutuamente. Pero claro, una vez pasadas las elecciones, tiene pinta de que ni con un ridículo épico van a intervenir desde la Casona, que ya hay que tener moral para recibir a los inspectores y mostrarles lo que hay, con la esperanza de superar la evaluación. Esperemos que, por lo menos, le hubieran dado antes un manguerazo, que falta le hacía.
Pero lo peor de todo es que en el fondo, es mejor así. Sólo faltaba que llenemos el estadio y se caiga otra vez una puerta de hierro, un foco o un altavoz, o colapse definitivamente el edificio y acabemos lamentando una desgracia.
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