La trampa de la A-67
Como si siguieran una ley de Murphy, las obras en las carreteras suelen hacerse justo, justo… cuando más molesten. O al menos eso parece la ... tónica en Cantabria; en concreto, en Iguña y Anievas están tan hartos que han acabado por pedir explicaciones al Ministerio de Transportes por los trabajos interminables en los túneles de la autovía –ya van tres años, y sumando–, que cortan sin previo aviso provocando colapsos kilométricos y creando «una auténtica trampa, de la que es imposible escapar».
Y claro, cualquiera pensaría que se quejan de vicio, hasta que tienes que cruzar la cordillera en coche y te encuentras de sopetón con los conos y el cartelito de salida obligatoria. Una ruta turística inesperada, cortesía del Ministerio, que puede llegar de noche o de día, pero siempre por sorpresa.
Si tienes suerte y no te quedas dos horas parado, la primera vez el desvío te puede resultar incluso interesante, por lo que tiene de viaje al pasado: contemplas las Hoces, tomas esas curvas antiguas, recuerdas que allí y allí y allá hubo argayos o accidentes, la gravilla… Y luego, de pronto, te reincorporas a la autovía y es como si volvieras al siglo XXI. Y te preguntas cómo pudo pasar tanto tráfico por semejante carretera. Pero claro, cuando la broma se repite casi en cada viaje, deja de tener gracia. Y mucho peor si es verano y se acompaña con un atasco kilométrico, del que además no hay manera de librarse. Como para tener una urgencia, vamos.
Lo increíble es que, con lo complicado que lo ponen, cada verano venga más gente a la comunidad. O a lo mejor es que lo hacen por eso, como el tren: para quitarle las ganas al personal de visitar Cantabria.
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