La vuelta al cole
Esa glorificación de la que gozan, en general, el ocio y el descanso, no deja de ser una construcción social
Septiembre, el mes de la vuelta al cole de niños y de mayores, es el mes del año que más aflicción genera en nuestro ánimo ... colectivo adulto, pues, al término de las vacaciones estivales –uno de los principales dramas modernos–, se agregan el adiós al confort climático veraniego y el incipiente descenso de las horas de luz, motivos de bajón sumados al reencuentro con las obligaciones y al duro despertar que enfrenta el saldo bancario luego de tanto disfrute. Son jornadas de melancolía y de nostalgia cortoplacista; días en los que, en todo caso, los arrepentimientos brillan por su ausencia y se repite hasta la saciedad aquello de «se acabó lo bueno».
Dicho esto, esa glorificación de la que gozan, en general, el ocio y el descanso, no deja de ser una construcción social que, como tantas otras, puede ser desmitificada desde diferentes ángulos, como cuando, por ejemplo, se analizan los réditos humanos que muchas de las experiencias asociadas a estos conceptos nos aportan. Frente a ello, la vuelta al cole —la de los adultos— se postula como el antídoto contra una cultura del descanso hiperbolizada, repleta de ofertas que sirven para todo menos para descansar, y que en contadísimas ocasiones proporcionan un aporte cultural o espiritual verdadero, pues es discutible que lo que se disfruta de manera sensorial y fugaz, especialmente, en ciertos contextos de ocio masificado o industrial, deje una huella transformadora en las capas profundas de la persona.
A pesar de su mala reputación y de su apariencia gris, la monotonía de los días de labor es, en realidad, un escenario que esconde tantas posibilidades como uno esté dispuesto a descubrir.
Sin el cromatismo estimulante de las vacaciones o de los fines de semana, no queda otra que buscar en nuestro interior y echar mano de los recursos más elementales que poseemos; la rutina nos fuerza a explotar las herramientas que la imaginación y la creatividad de cada uno ponen al servicio de nuestra supervivencia mental. La sucesión de diapositivas casi idénticas que supone el paso de los días de faena encuentra su metáfora en el gotelé que contemplábamos de niños cuando nos castigaban contra la pared: estaban los que no veían nada especial en aquellas formas blancas abstractas, y estaban los que se divertían visualizando la épica de un campo de batalla con héroes, villanos y dragones representados en cada uno de aquellos pequeños relieves.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión