El revés de la trama
La realidad es que ambas superpotencias, EEUUy China, quieren reemplazar el imperio de las leyes democráticas por la ley de los más fuertes
Tras el éxito de la revolución rusa contra el imperio de los zares, al precio de la dictadura de Stalin, y el enorme orgullo de ... haber derrotado al nazismo, al precio de 11 millones de soldados y 16 millones de civiles, el gobierno soviético consideraba que había probado al mundo que Rusia seguía siendo una gran potencia. Para su disgusto, los soviéticos comprobaron que no bastaba con proclamar su grandeza; la legitimidad de dicha grandeza había de ser reconocida por el resto de las grandes potencias (EEUU y Europa en este caso), so pena de no realizar sus sueños de grandeza. Lo que siguió fue una larga guerra fría en la que la democracia derrotó a la autarquía, dejando claro de qué lado estaba la legitimidad.
Hoy parecen haberse cambiado las tornas. Trump afirma estar recuperando la grandeza de Estados Unidos, al precio de renunciar al orden liberal establecido por Occidente tras la Segunda Guerra Mundial; pero dicha grandeza es sospechosa de ilegitimidad ante el resto de las potencias pro occidentales. La diferencia es que Trump está de acuerdo con China y Rusia en que el orden liberal ha entrado en decadencia y debe ser reemplazado. El trumpismo no le hace ascos a la idea de establecer un régimen intervencionista (capitalismo de Estado) donde el imperio democrático de la ley sea reemplazado por la ley del más fuerte. Si MAGA tiene éxito en el intento, esta vez la autarquía saldría ganadora frente a la democracia. Y no está claro que al hacerlo EEUU conseguiría mantener el estatus de potencia hegemónica que venía disfrutando desde 1945.
La revolución nuclear jugó un papel decisivo en la Primera Guerra Fría. Hoy ese papel va a jugarlo la revolución digital. Entonces los soviéticos, a la vez que persiguieron su propia bomba atómica, jugaron con gran rudeza en las relaciones diplomáticas con Estados Unidos temerosos de que cualquier concesión fuera interpretada como un signo de debilidad. Eso es exactamente lo que está haciendo Trump con relación a China y el resto del mundo; solo que Xi Yinpin parece tener claro que no puede hacer concesiones a Trump porque solo le motivaría a exigir concesiones adicionales. Un serio error de cálculo supondría una victoria de Trump, mientras que el precio de resistirse a cualquier concesión 'sólo' supone una guerra comercial.
La revolución nuclear cambió la historia del mundo. La crisis de los misiles cubanos convenció a Kennedy y Khruschev de que las grandes guerras de conquista habían pasado a la historia. El recurso que quedaba era la coexistencia más o menos pacífica, hasta que una de las dos superpotencias colapsara por sus propios medios. Cosa que ocurrió en 1990. En esto la historia no ha cambiado, la revolución digital también tendrá un ganador que dará por concluida la Segunda Guerra Fría. Lo que está en duda es que ese ganador vaya a ser EEUU.
Ahí encuentra su mejor explicación el fenómeno del trumpismo y su movimiento MAGA. Es cierto que MAGA se compone mayormente de militantes y simpatizantes que, por una u otra razón, se sienten desplazados y traicionados por una cultura urbana que prima los valores progresistas frente a los tradicionales; pero hay algo más, un sentimiento de decadencia que les lleva a abrazarse a la promesa de una grandeza renovada. Solo los ciudadanos más perceptivos entendieron desde el primer momento que el trumpismo era una muy mala noticia.
Su tratamiento del problema de la inmigración con un grado de cínica brutalidad inusitado, o la aplicación de tarifas arancelarias como si fueran operaciones de castigo, no auguran nada bueno para el futuro. Sus partidarios quieren un líder fuerte, firme, prepotente… y se han encontrado con un capo mafioso que sabe cómo manipular a un electorado ingenuo, el cual se abraza a él como tabla de salvación. Tras humillar a sus aliados tradicionales, Trump se dispone a librar una guerra comercial con China. Finge querer repartirse el mundo entre los dos bloques pero su verdadero objetivo es recuperar el estatus de única superpotencia.
China practica también el doble juego. Por un lado ofrece a los agraviados socios de Estados Unidos una continuación del comercio internacional, respetando las leyes establecidas hace 80 años, mientras por otra parte denuncia el excepcionalismo americano de creerse el pueblo elegido por Dios para imponer sus reglas del juego al resto del mundo. Como digo, la realidad es que ambas superpotencias quieren reemplazar el imperio de las leyes democráticas por la ley de los más fuertes. China ya venía practicando este principio en sus territorios y áreas de influencia, Estados Unidos parece perseguirlo ahora con la furia de los nuevos conversos.
Raskolnikov, el protagonista de 'Crimen y Castigo', lo formuló de forma insuperable: «si tengo los medios para hacerlo ¿no tengo también el derecho?». Anne Applebaum dice que «lo que reemplazará al orden liberal es anarquía y avaricia». No debemos quedarnos de brazos cruzados.
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