Trump y el 'eterno retorno'
Es el ejemplo de la ambición de poder por el poder en sí. Y, dado su carácter autoritario, puede muy bien ser 'el torero' que le dé la puntilla al sistema democrático
Aunque la idea del 'eterno retorno' está muy asociada a Nietzsche, lo cierto es que se remonta a los estoicos de la Grecia clásica, quienes ... planteaban una repetición del mundo donde este se extinguía arrasado por el fuego (las guerras) y volvía a recrearse en una eterna repetición de lo mismo. Nietzsche lo amplió afirmando que no solo los acontecimientos sino los pensamientos, sentimientos e ideas se repiten de forma incansable, ad infinitum. Ambas ideas encuentran eco en el fenómeno trumpista, este no solo se empeña en retornar a la presidencia sino que su ideología –«Hacer América Grande Otra vez» (MAGA)– no propugna un borrón y cuenta nueva sino recrear un pasado americano que nunca existió, metiendo a sus seguidores en un inextinguible bucle melancólico. Al hacerlo alimenta el efecto contrario a su declarado propósito: el colapso en llamas del sistema americano, de forma inevitable.
El síntoma inequívoco es la reacción 'sensu contrario' de sus seguidores; cuanto más acorrala a Trump el sistema judicial, mayor es la popularidad del personaje. En las últimas encuestas el 56% de los votantes republicanos apoya la candidatura de Trump, más del doble que DeSantis y cinco veces más que cualquiera de los otros candidatos a las primarias. Para poner la cosa más peliaguda, el 60% del electorado –en general– desaprueba a Trump y a Biden por igual; otro síntoma alarmante. Y la guinda del pastel: más de la mitad de dicho electorado no ve en su país la capacidad para superar los propios problemas; algo que raramente ha sucedido en Estados Unidos, país siempre conocido por su optimismo y la confianza ilimitada en sus recursos. Hoy dicha confianza está bajo mínimos en las tres cuartas partes de la población.
Para explicar esta grave disfunción hay que recurrir a los análisis sociológicos y, más concretamente, a los que analizan el auge y posterior caída de las sociedades más desarrolladas. Muchos de estos coinciden en señalar un proceso histórico que se repite desde la noche de los tiempos: una élite emprendedora monopoliza los recursos disponibles; con objeto de defender su situación privilegiada se ve obligada a apropiarse de más y más recursos; como consecuencia inevitable ello hace que la mayoría de la población disponga de cada vez menos recursos, condenada a vender su mano de obra (proletarizarse) para subsistir; a esto suele acompañar un sentimiento de estarse empobreciendo, pues cada vez es más difícil ascender por la escala social; a su vez, todo ello produce un estado de desánimo en el que la frustración, la ansiedad y las luchas intestinas alcanzan niveles extremos. El resultado suele ser la explosión social y la subsiguiente desintegración política.
Podría, pues, pensarse que Trump, más que causante de las perturbaciones sociales que estamos viviendo en EE UU es su síntoma más evidente. Los sociólogos partidarios de la interpretación cíclica de la historia parecen tener clara la fórmula para romper este círculo vicioso: reproducir la salida utilizada en la Gran Depresión de 1929, el New Deal de Roosevelt; las políticas redistributivas de la sociedad del bienestar que se desarrollaron entre 1950 y 1970. Pero hay un problema, la sociedad americana ha desconfiado siempre de las soluciones gubernamentales, prefiriendo con mucho la iniciativa privada. Esta desconfianza se ha agudizado hasta tal punto que hoy horroriza a las élites; las cuales rechazan de cuajo dichas políticas, alegando que confiar en modelos mecanicistas es peligroso (no les faltan razones). Aunque, por otra parte, también preocupa a las élites la evidencia de que la creciente desigualdad puede crear una explosión global. Sería estúpido que las élites ignorasen el diagnóstico y el remedio propuesto por los susodichos sociólogos. Puesto que parecen aceptar el diagnóstico, deberán, como mínimo, proponer un remedio alternativo que sea tan eficaz o más que el añorado New Deal.
En cuanto a la actuación de Trump, está claro que va más allá de lo sintomático; digamos que aprovecha los síntomas de la enfermedad para capitalizarlos en provecho propio. Trump es el ejemplo pluscuamperfecto de la ambición de poder por el poder en sí. Y, dado su carácter autoritario, puede muy bien ser 'el torero' que le dé la puntilla al sistema democrático. Las intenciones ya se le han visto. Pues bien, si hay algo a lo que la sociedad americana es aún más alérgica que al intervencionismo gubernamental es el autoritarismo; hay una vena libertaria que ha latido en esta sociedad desde su 'conquista del oeste`' y que hoy está en plena rebeldía. El problema de la espectacular tenencia de armas y la violencia que ellos vehicula son una muestra. Trump podría retrotraer esta sociedad a la época de la guerra civil (1861-65). Un retorno francamente indeseable.
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