Brillo institucional y desacuerdo político
La Magdalena ha acogido este viernes por unas horas el brillo institucional de las grandes ocasiones: El Rey de visita relámpago en su casa, el ... palacio que la ciudad de Santander regaló a sus regios bisabuelos, el presidente del Gobierno y todos los titulares de los Ejecutivos autonómicos, hasta el lehendakari Pradales, el único nacionalista a tiempo completo que, tal vez un poco impresionado por la poderosa impronta del Estado y la Corona, buscaba la compañía del catalán Illa, siete ministros, innumerables altos cargos, la cobertura mediática y la seguridad estricta de los grandes eventos… Un despliegue de poder y de glamour político. Con Pedro Sánchez ejerciendo de gran presidente entre los presidentes de provincias, con Isabel Díaz Ayuso, que en ausencia de Feijóo no pudo lucir como lideresa popular, porque el papel protagónico le correspondía a la presidenta anfitriona, María José Sáenz de Buruaga. Hasta Pablo Zuloaga tuvo la oportunidad en las horas previas de abrazar a Sánchez para agradecerle otra vez que le haya fortalecido su titubeante liderazgo en el PSOE cántabro.
Bajo el oropel de la cumbre el contenido luce mucho menos. No se puede esperar que los presidentes, en sus turnos de sólo diez minutos, orienten las soluciones a problemas tan complejos como la vivienda, la financiación autonómica, la sanidad y la inmigración. El tono correcto y cordial de los interlocutores no alcanza para maquillar la falta de acuerdos. Sánchez anunció por sorpresa que se propone negociar la condonación de la deuda pública, una idea de inspiración catalana que rechazan la mayoría de comunidades, también del PSOE. El PP va más allá, claro, y considera decepcionantes, como resumió Buruaga, casi todas las propuestas del Gobierno central en los asuntos incluidos en la agenda de la Conferencia. No son tiempos para el consenso.
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