La izquierda radical: un difícil frente amplio para sobrevivir
Sumar, IU, Podemos, sin representación parlamentaria en Cantabria desde 2019 y unas débiles estructuras municipales, a la expectativa de la política nacional para abordar las elecciones
Cuando lleguen las elecciones autonómicas y municipales de 2027 se cumplirán ocho años desde que la izquierda alternativa perdió su presencia en el Parlamento de ... Cantabria, y además con pocas expectativas de salir de la miseria, según todos los indicios que arroja la política, en Cantabria y en España.
El fulgor de la izquierda radical fue tan efímero que ni siquiera hubo margen para corregir errores y enderezar el rumbo. El movimiento surgido del 15-M contra la casta política que alentó la explosión del Podemos de Pablo Iglesias, con 69 escaños en las generales de 2015, ya se había traducido aquel mismo año en las autonómicas cántabras en 29.000 votos, un 9%, y tres diputados, que fueron decisivos para la investidura de Miguel Ángel Revilla. Pero a media legislatura ya se había desatado un conflicto en el grupo parlamentario que acabó en los tribunales y en un gran fiasco electoral. En 2019, Podemos e Izquierda Unida concurrieron a las urnas por separado y se estrellaron. En 2023 fueron juntos, pero ni se acercaron al 5% de los votos que marca el umbral de la representación parlamentaria. Y la situación no parece haber mejorado.
Los partidos situados a la izquierda del PSOE nunca han tenido una estructura municipal mínimamente eficiente: Podemos, ni en sus mejores tiempos, con aquellos círculos que nunca resultaron funcionales; IU, un poco mejor en su organización clásica; y Sumar no está ni se le espera en el ámbito local. Como dicen desde adentro en un alarde de humor negro, la izquierda radical tiene menos concejales en Cantabria de los que conserva el difunto Ciudadanos en El Astillero.
Podemos, IU, Sumar: los tres grupos intentan sobrevivir a la travesía del desierto con organizaciones coordinadas por dirigentes con un grado de conocimiento muy reducido o nulo (David Urdinguiu y Heike Rodríguez en Sumar; Mercedes González en Podemos, Israel Ruz Salmón en IU) y con una participación irrelevante en la conversación política regional.
En Cantabria están pendientes de lo que suceda en la convulsa política nacional. La presencia en el Gobierno Sánchez de unos y otros grupos a lo largo de los últimos años ha otorgado recursos y visibilidad a los sucesivos ministros, de Irene Montero a Ione Belarra después de Pablo Iglesias, de Yolanda Díaz a Ernest Urtasun, pero en las urnas han encadenado un desastre tras otro. La triste función electoral que cumplen es la de desangrarse progresivamente para sostener al PSOE de Sánchez en un suelo de votos que le permita competir con el PP. No faltan las críticas y amenazas de ruptura al Ejecutivo de sus aliados de la izquierda por asuntos como el rearme en Defensa, la reducción de la jornada liberal y la sucesión de escándalos de corrupción que sacuden al PSOE, pero la sangre no ha llegado al río.
Las tres fuerzas políticas, y sus modestos aliados territoriales, se enredan en un interminable debate y en peleas donde no faltan las puñaladas traperas sobre la impronta de cada cual y en las diferentes estrategias para afrontar, juntos o por separado, los desafíos electorales que se vayan presentando, las generales cuando toque y antes en Andalucía, donde tienen mejor sintonía. IU insiste en formar una suerte de frente amplio con Sumar y Podemos y con cuotas variables en cada territorio, pero la idea enunciada por Antonio Maíllo no acaba de tomar vuelo. Un estudio reciente calcula que la desunión en unas elecciones generales supondría un bajón del 19% en el conjunto de la órbita progresista. También en Cantabria IU transmite a los demás partidos de la órbita la fórmula del frente amplio, pero habrá que ver si cuaja.
Quedan dos años para las elecciones, pero el clima no es propicio para el acuerdo. En lo que concierne a IU, el desencuentro entre la cúpula regional y la de Santander es muy notorio. En la capital opera el concejal Keruin P. Martínez, el dirigente más visible de todo el segmento de la izquierda alternativa en Cantabria, aunque al día de hoy no es nada probable su salto a la política regional. Su idea es seguir en Santander, al frente del grupo más activo del partido.
En la pugna interna de lo que también llaman izquierda transformadora interviene también con Cantabristas, dirigido por Paulo Lobete, un partido con influencias de los nacionalismos de izquierdas (Bildu, Ezquerra, BNG…) y del ecologismo radical. En 2023 superó los 5.500 votos, un 1,70%, muy lejos del acceso parlamentario, pero su creciente presencia en el debate político puede influir en el reparto de cuotas en 2027.
El PSOE cántabro asiste aliviado a las vicisitudes de los partidos a su izquierda. En 2015, los socialistas tocaron fondo, con sólo cinco diputados regionales, cuando se produjo la explosión podemita. El descalabro subsiguiente propició que el PSOE se recuperase un tanto para ahora poder disputarle al PRC el primer puesto en el ranking de la oposición al PP de Sáenz de Buruaga.
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