El sueño del gigante dormido
La pregunta es: ¿nos achinamos o nos achinan?
Hace ya más de 50 años, en mi libro de EGB había una lección en la que se decía que China era un «gigante dormido» ... del que, por lo visto, el propio Napoleón ya nos había avisado. Pero, entonces, esto sonaba lejano y fantástico. Hoy, sin embargo, los chinos y su cultura ya empiezan a estar entre nosotros y parece inevitable que cada vez lo estarán más hasta ser la cultura dominante y la que sustituya a la cultura occidental que, como ya indiqué en un artículo reciente, está en evidente decadencia. Creo que este relevo es inevitable y será más rápido de lo que nos gustaría pensar ya que los cambios históricos son cada vez más acelerados.
A nivel macro, este proceso se verifica ya en distintos ámbitos. China tiene más 1.400 millones de habitantes frente a los apenas 350 millones de USA y los 450 de la UE. Por otra parte, en Estados Unidos la población china es de unos 5 millones y en Europa de 1,7; en cambio, el número de norteamericanos y europeos que viven en China no llega a los 250.000. Es cierto que en China el índice de natalidad está decreciendo en los últimos años pero este déficit de trabajadores cualificados se está compensando con casi 300.000 robots industriales mientras que el segundo país, Japón, tiene unos 50.000 y Estados Unidos no llega a los 40.000; de Europa, ni hablamos, nuestra población crece principalmente por la inmigración. En el plano financiero nos encontramos con que China es, después de Japón, el segundo acreedor de Estados Unidos que, por cierto, tiene una deuda en torno al 125% de su PIB. Además, China lleva un tiempo pensando si crear, con el apoyo de los países 'BRICS', una divisa alternativa al dólar con soporte en el oro, el petróleo y los metales. Desde el punto de vista militar bastaría recordar el desfile del pasado septiembre en la plaza de Tiananmen liderado por Xi Jinping y sus países adláteres Corea del Norte y Rusia, al que también asistieron más de una docena de mandatarios de países vinculados estratégicamente con China. Todos pudieron disfrutar de una evidente exhibición de drones, cazas, misiles, blindados… todos de última generación y, por supuesto, del misil nuclear de 'alcance global'. Igual de global que la advertencia que el presidente chino dejó en el aire: «Paz o guerra». Podríamos recordar también que solo cuatro meses antes el ministro de Defensa de la India, Rajnath Singh, estuvo junto a Putin disfrutando igualmente del desfile militar que se celebró en Moscú.
Toda esta información 'macro', sustentada en puros y 'duros' datos demográficos, industriales, económicos, militares, tecnológicos, etc… seguirán creciendo a favor de China frente a Estados Unidos y Europa y contribuirán a que la cultura china se imponga inevitablemente a nuestra cultura occidental.
Este relevo cultural es lo que a mí me interesa especialmente. Me refiero a un cambio en nuestros valores, ideales, derechos, leyes… en la política, en la forma de trabajar, así como en las costumbres, comportamientos sociales, gustos… en definitiva, en nuestra forma de vida cotidiana. En definitiva, me gustaría poder imaginar cómo viviremos, porque lo que sí sé es que viviremos de otra manera.
Como dije al comienzo, cuando yo era pequeño el gigante estaba dormido, pero seguramente ya soñaba con despertar y volver a disfrutar de la vocación imperial que siempre tuvo desde más o menos el año 221 a.C., hasta que en 1911 se instauró la república china y, con el tiempo, ese gigante se convirtiera en un monstruo comunista. Y hoy, aquel sueño, el de ser el país más poderoso de la tierra, tal y como lo fue durante las dinastías Qin, Hang, Ming o Qing, parece estar cada vez más cerca. Y lo que más llama mi atención es que hoy la mayoría de los ciudadanos occidentales seguimos viviendo tranquilamente, como si no fuera a pasar nada, como si no nos diéramos cuenta de que el sueño de aquel gigante dormido pudiera convertirse hoy en nuestra peor pesadilla.
Personalmente esa amenaza la relativizo de diferentes formas. Una de ellas es que, dada mi edad, mucha prisa se tienen que dar los chinos para que inculturen su forma de vida en mi vida perfectamente occidental. Otras veces, se dispara en mí un mecanismo de defensa que acaba dándome razones del tipo: «Casi mejor, la cultura china acabará con nuestro consumismo desenfrenado, con nuestra política hipócrita, con nuestra vida indolente e indisciplinada, con nuestra sociedad agotada… que bastante hemos chupado del tarro los occidentales». Otros días, en cambio, especialmente cuando hablo con algunos amigos, me da por recomendarles, cínicamente, que empiecen a estudiar un poco de chino mandarín y, sobre todo, a iniciarse en las enseñanzas de Confucio para emprender el camino del Tao y así encontrar, por fin, el equilibrio con nosotros mismos y con la Naturaleza... Pero la mejor idea se la escuche a uno de ellos hace unas semanas cuando soltó alegremente algo así como: «Yo no sé vosotros, pero yo voy a empezar ya a buscarme una novia china». Pues eso, que o nos achinamos o nos achinan.
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