Dificultad gubernamental para transformar la economía
Aunque de vez en cuando me refiero en esta sección a asuntos relacionados con la economía de Cantabria, no suelo prodigarme demasiado; el motivo, una ... especie de autocensura, por partida doble. Por un lado, porque, reconozcámoslo, uno puede perder un poco de su ecuanimidad cuando analiza situaciones que le son próximas; por otro, porque uno tiene la impresión de que lo que escribe pocas veces o ninguna va a ser interpretado de correcta. Si lo que dices es crítico, es probable que los que estén en el poder, de un color u otro, te acusen de criticar por el mero hecho de hacerlo; si, por el contrario, lo que escribes suena a halago, siempre hay (habrá) quien diga que eres muy complaciente o, incluso, un vendido. Qué se le va a hacer, es el sino de quien honradamente y de forma razonada, al menos ambas cosas es lo que intento, trata de opinar sobre temas que nos interpelan de forma muy directa.
Todo este exordio viene a cuento de que escribir sobre la economía de Cantabria no es tarea fácil. Aun así, creo que es mi deber hacerlo, y la ocasión se presenta porque, como subrayaba el DM a mediados del mes pasado, se ha cumplido ya más de la mitad de la legislatura y son muchos los retos pendientes. Al respecto, y aun cuando es cierto que todos y cada uno de estos retos tiene su importancia, tengo la impresión de que ninguno de ellos, por separado, ni todos ellos en conjunto, serán capaces, en el caso de alcanzarlos, de transformar nuestra economía. Y este sí que es, a mi juicio, el gran reto pendiente de nuestra región, no ya sólo del gobierno sino de toda la sociedad cántabra.
Soy plenamente consciente de que la capacidad de un gobierno regional para transformar la economía es reducida. La propia inercia económica a nivel nacional e internacional, la estructura productiva y ocupacional, el capital humano con el que se cuenta (tanto en lo que se refiere a trabajadores por cuenta ajena y propia como al empresariado) y el capital social son, en líneas generales, los factores que determinan el comportamiento económico de una comunidad como la nuestra. Esto no implica, sin embargo, que el papel del gobierno autonómico a la hora de influir en la marcha de la economía sea despreciable; nada más lejos de la realidad.
Pese a ello, y a juzgar por los resultados cosechados, me atrevo a decir que ninguno de los gobiernos autonómicos de la región ha sido capaz de desarrollar acciones transformadoras de nuestra economía. Es cierto que ha habido momentos en los que nos hemos comportado mejor que la media nacional y, en consecuencia, hemos convergido a la misma; ha habido otros, sin embargo, en los que ha ocurrido todo lo contrario y, naturalmente, hemos divergido. Tanto en un caso como en otro, las diferencias han sido mínimas y el resultado neto es que hoy, como hace cuarenta o cincuenta años, la economía de Cantabria se encuentra en una posición relativa prácticamente inalterada.
El que esto sea así se debe, en buena medida, a que los gobiernos autonómicos no han sido capaces de modificar, para bien, ninguno de los factores arriba mencionados. Nadie duda de que, en términos absolutos, hemos mejorado mucho, pero tampoco se puede dudar de que, en términos relativos, no lo hemos hecho nada, o muy poco. Dos ejemplos servirán, espero, para ilustrar esta incapacidad.
Por un lado, es obvio que de los proyectos transformadores de la economía montañesa que se nos han anunciado una y otra vez, ninguno de ellos, por desgracia, se ha convertido en realidad; tampoco lo está haciendo, ahora mismo, la llegada de los fondos Next Generation, cuya finalidad era precisamente esa; la política de regadera seguida tanto por el gobierno central como por el autonómico ha beneficiado, probablemente, a un número importante de empresas de nuestro tejido productivo, pero no ha contribuido a transformarlo ni a hacerlo más competitivo.
En cuanto al capital humano, que es el verdadero elemento transformador de una economía, es cierto que ha mejorado de forma sustancial, pero también que los esfuerzos desplegados por los distintos gobiernos para retenerlo en la región y hacer que la misma sea más productiva han sido, y son, prácticamente inexistentes. Son demasiados los que tienen que emigrar en busca de un buen empleo o que desempeñan funciones muy por debajo de su cualificación. ¡Qué derroche y qué pena!
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