El futuro de la UE, en entredicho
Si Europa ha sido capaz de convertir la adversidad en ventaja, ahora es el momento de hacerlo
Al igual que el resto del mundo, y por muchos y muy variados motivos, la Unión Europea se encuentra en la actualidad en una difícil ... encrucijada; recordando el famoso soliloquio de Hamlet, y quizás cargando demasiado las tintas, podríamos decir que la UE se enfrenta al dilema de 'ser o no ser'. Siendo cierto que, desde que a lo largo de los años cincuenta del siglo pasado, lo que hoy conocemos como UE empezara a conformarse, la misma ha vivido etapas muy complejas y llenas de sobresaltos, también lo es que, por fortuna, siempre ha salido airosa y con nuevos bríos. ¿Ocurrirá ahora lo mismo?
Sin intentar responder plenamente a la pregunta anterior, pues es muy compleja, me parece conveniente recordar de dónde venimos y dónde estamos. Nacida, como es bien sabido, de los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial, la UE constituye, cualquiera que sea la perspectiva que se adopte, un éxito sin precedentes en la historia de la integración entre países. Constituida por 27 estados y unos 450 millones de habitantes, la UE se ha convertido en un gigante económico (representa aproximadamente el 15% del PIB mundial), equiparable a potencias como Estados Unidos y China. Además, y tal y como se nos recordaba recientemente en un número de la revista Finanzas y Desarrollo, del FMI, la UE ha logrado esta posición de privilegio sin menoscabo alguno de sus valores tradicionales y con grandes progresos en su calidad de vida. Estos logros se han conseguido a través de esfuerzos ingentes y continuados de negociación y trabajo, que han culminado, creo que pueden ser considerados como sus dos éxitos más relevantes, con la creación del mercado único y el asentamiento del euro como moneda compartida.
Aun así, es preciso reconocer que el mercado único es incompleto, pues siguen existiendo muchas barreras internas, y que la integración de los mercados de capitales y trabajo también lo es (son mercados muy fragmentados), lo mismo que, por cierto, lo es la unión fiscal. Todo esto se traduce, en la práctica, en que nuestro grado de competencia interna y de productividad son bastante menores que los de Estados Unidos y que los precios son más elevados, lo que tiene como consecuencia que, nuestro nivel de vida, medido a través del PIB per cápita, se sitúe en torno a un 30% por debajo del coloso norteamericano.
Los informes de Enrico Letta y Mario Draghi sobre el futuro de la UE ofrecen todo un conjunto de ideas bastante armónico y preciso acerca de lo que habría que hacer para, de forma paulatina, ir reduciendo el diferencial de productividad y renta por habitante que nos separa de los estadounidenses, sin poner en riesgo ni nuestro estilo de vida ni nuestros principios. El problema, y aquí viene la principal razón del dilema del 'ser o no ser' comunitario, proviene de la mermada capacidad política que tiene la UE para actuar. Como se ha dicho en distintas ocasiones, la UE es un gigante económico pero un enano político. Sea o no exagerada una afirmación de este tipo, lo cierto es que tiene mucho de verdad, y lo tiene, sobre todo, porque raras veces, si alguna, la UE funciona como una verdadera unión política. Y esto sucede no sólo en cuestiones de índole externa, sobre todo en lo relativo a los múltiples conflictos internacionales que asolan el planeta, sino, y lo que es más lamentable, en cuestiones de naturaleza interna, debido a los intereses contrapuestos que, a menudo, surgen entre las partes y, cómo no, a lo reacias que son las mismas a ceder, parcial o totalmente, algunas de las competencias que, históricamente, les son propias.
Es precisamente por este motivo y porque, como digo últimamente con cierta frecuencia, la ocasión la pintan calva, que la UE debería hacer un esfuerzo extraordinario tanto por profundizar en su proceso de unificación como en el de ampliación. La principal barrera en este sentido es, tal y como subraya Simon Nixon, «no la falta de ambición de Bruselas sino el proteccionismo de los estados miembros». Aunque es cierto que, como se subraya en el mencionado número de Finanzas y Desarrollo, si la historia puede servirnos de guía y Europa ha sido capaz de convertir la adversidad en ventaja, ahora es el momento de hacerlo; la alternativa es ser cada vez más irrelevantes a escala internacional y menos ambiciosos en el plano interno. Ser o no ser.
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