Campo, despoblación y burocracia
¡Qué viene el lobo! Con seguridad se acordarán de la historia de Pedro y el lobo. En ella finalmente el lobo se deja ver ... y la cosa se complica. En este asunto también hay lobos, algunos literales y otros seguramente más dañinos y acechantes, pero llevan piel de cordero.
En este momento, para ser agricultor o ganadero tienes que tener un máster de los buenos por la Universidad de Connecticut en administración y gestión de empresas y nuevas tecnologías, como mínimo. Porque para rellenar tanto papeleo no hay otra. A pesar de ello, tampoco el trabajo del campo es lo que era, por fortuna, pero no es una perita en dulce. Hay que saber, querer, poder y rezar mucho, al cielo, a la Unión Europea y al gobierno de turno. Entre la sequía, los precios y el ninguneo habitual, el asunto no pinta bien. Los tractores son el verdadero pulso del campo y cuando estos tocan más asfalto urbanita que tierra, no es buena señal. Cada día menos tractores están en lo suyo, en el labrantío, y muchos más varados oxidándose junto a naves abandonadas. Una triste foto que se repite con demasiada asiduidad.
Cómo era eso de que con las cosas de comer... Pues no aprendemos y seguimos con la ruleta rusa. En Europa, y por ende en España, lo de cultivar el campo o tener ganadería se está convirtiendo en una rara avis. El agricultor y el ganadero son especies en vías de extinción, como otras muchas, solo que éstas importan menos, aunque a la larga nos salga el asunto verdaderamente caro. Porque lo que no se produzca aquí, en casita, habrá que traerlo de fuera, y barato no será. Sin embargo, presumimos de restaurantes con producto de kilómetro cero mientras trabajamos para que el campo Ibérico sea un parque temático, para el paseo y el dominguero. Qué produzcan otros.
Paradojas de la vida, desde el mundo urbanita de césped, asfalto y sofá se acusa al campesinado de contaminantes, de enemigos de la ecología y de maltratadores de los animales. En todas las casas y gremios cuecen habas, pero la mayoría de las gentes del campo aman y cuidan de lo suyo, que en este caso es lo de todos. Pero ya se sabe, en este país se pasa en un santiamén de héroes a villanos. En la pandemia imprescindibles, ahora molestos. Y queremos que la España interior, la del campo y las vaquitas, se llene porque está vacía. En verdad la están vaciando y a marchas forzadas. Pero que la realidad no empañe un vistoso titular.
Eso sí, los líderes de los sindicatos del campo y de la ciudad que no se preocupen, aún no hay huelga de mariscadores. Su vida puede continuar inalterable. ¡Qué cosas!
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