Enseñanza heroica
La educación elemental es el bien más preciado y apenas se encuentra
En la Ribeira Sacra, Galicia orensana, nace un famoso vino obtenido en unas vertiginosas laderas que le confieren el apelativo de «viticultura heroica». Pues bien, ... conseguir impartir clase y tratar de enseñar algo se ha convertido habitualmente en «enseñanza heroica».
Efectivamente, ahora vendrá la cantinela que persigue a todo docente: vago, pesetero, vividor... El profesorado ha perdido la famosa batalla del relato. Da igual que alguien esgrima todo lo que hacen. Pasearse por las redes sociales y leer sobre esta «estirpe funcionarial» es una retahíla interminable de apelativos de lo más cariñosos. Para ser un chollo de profesión, cada vez hay menos que quieran ejercerla.
Uno de los grandes problemas de la educación real, de aula, es que incluso en las clases donde enseñar es posible —rara avis— se ha instalado la idea de que poner tareas es malo, de que memorizar es innecesario y de que el profesor entre vacaciones y vacaciones, pasa por clase. Poder enseñar en las aulas empieza a ser una proeza. La educación elemental es el bien más preciado y apenas se encuentra. El buenismo en el aula no funciona. El respeto mutuo de antemano, sí. Después ya vendrá el «buenrollismo». El profesor no es tu «bro», lo mismo que tu padre no es tu colega. Pero tampoco tu enemigo. El aula no es una democracia. No hiperventilen ni llamen al 112.
En clase no solo se da información –para tal cosa, internet ofrece cantidades industriales—; en el aula se aprende a pensar, a tener criterio, a hablar, leer y escribir. Un profesor, además de enseñar, tiene que inspirar, cuidar y orientar. Es la tutora que te guía, es a quien a menudo le cuentas tu vida y quien te da herramientas para el futuro. No únicamente para el mundo laboral, porque se enseña y educa a personas, no al futuro empleado o empleador.
Los centros educativos son el paraíso del eufemismo: el «aula de castigo» es ahora «la de convivencia», o «el espacio seguro» entre cojines, y el alumno «disruptivo» es en realidad el sinvergüenza de manual. Corregir en rojo es agresivo, pero ver TikTok cada día es de lo más edificante. Que un alumno suspenda y tenga que repetir curso no es un drama; hoy día es un milagro, porque para lograrlo hay que tomárselo muy en serio. Con las nuevas tecnologías seguramente nos hemos pasado de pantalla y estamos reculando sin demasiado éxito. Los alumnos también son paganos de este sistema, donde priman las etiquetas y no las personas.
«Que mi hijo no sufra ni le falte de nada». El mundo es de colores como una graduación de Bollywood. Hasta que llega la vida como un tren de mercancías y le deja en gayumbos y con cara de «¿qué ha pasado?»
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