¿Recuerdan el Sáhara occidental?
Centrando el foco, no solo se pierde la perspectiva, sino que se oscurecen lugares en donde ya no hay mayor motivo para disimular. Lo inmediato, ... lo terrible ensombrece otras realidades tremebundas, donde la clasificación de horrores es compleja. Ucrania, cada vez menos, y Gaza —no sin motivo— son los lugares que ahora centran la mirada. Y entre tanto contubernio internacional y nacional, hace un tiempo, como quien no quiere la cosa, por la puerta de atrás, a la chita callando, el Gobierno del Reino de España dijo aquello de «donde dije digo, digo Diego» respecto al Sáhara Occidental. Aquí paz y después gloria. Ahí os quedáis. A eso se le llama política de altas miras.
Más allá del hecho histórico, nada baladí, —los lazos con el pueblo saharaui son más que estrechos— resulta sonrojante descubrir lo mucho que nos une, lo mucho que ellos saben de nosotros y, sin embargo, —tan cerca y tan lejos— son para nosotros grandes desconocidos.
Por estos lares somos mucho de paradojas. Nos involucramos con países o conflictos más o menos lejanos y olvidamos los propios. Somos como esa familia muy solidaria que moja el ojo frente a la pantalla plana del salón cuando salen esas escenas de hambrunas y miserias, pero que ante el grito y el llanto de la vecina tras cada paliza ni oye ni sabe nada.
No seré yo quien evalúe la política internacional de España, pero como ciudadano de a pie, de una infantería social me resultan curioso, cuando no contradictorio y en realidad vergonzante, nuestra actitud con ese territorio que denominamos Sahara Occidental y que no hace mucho fue el Sáhara Español. Lejos de colonialismos, la responsabilidad de España con este pueblo es enorme y su dejación de funciones es triste y muy acorde con nuestra condición actual.
Durante décadas nuestra democracia y nuestros gobiernos, aunque siguieron dando la espalda a quienes fueron nosotros, al menos tenían la decencia de saberse herederos y responsables de una tierra y de sus gentes. Ahora en este tiempo de mentiras, medias verdades y cambios de opinión, de la noche a la mañana — literalmente— se pone fin a las reivindicaciones de autodeterminación de esas gentes y se le abandona en manos de lo que no deja de ser una dictadura. Y unos más y otros menos la clase política está a lo suyo, que no es lo nuestro y mucho menos lo de ellos, lo de los saharauis, que siguen en campos de refugiados en el desierto o encorsetados bajo una espada de Damocles que de vez en cuando cae sobre ellos.
Juan Goytisolo calificaba, ya en los años ochenta, la actuación de España como: «Fracaso histórico de nuestro proceso descolonizador en el Sáhara: mansiones abandonadas, monumentos en ruina, cementerios muertos, promesas incumplidas y vidas deshechas». Pues eso.
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