Mienten, continuamente
Tras estallar el escándalo Lewinsky –para los jóvenes, una relación en los años 90 entre el presidente y una becaria– le pregunté a un cántabro ... residente hacía décadas en Estados Unidos cómo un asunto privado desembocó en un juicio político a Bill Clinton. «Porque mintió», respondió contundente, poniendo en valor lo que significa ese principio para un ciudadano americano. No pude por menos de envidiar su rigor, y esbozar una sonrisa, pensando que si lo aplicásemos en España, la nómina de políticos tendería a cero. Porque aquí casi todos mienten continuamente, como denunciaba el cantante Rosendo en su tema 'Vergüenza torera', que pese a haber sido compuesto hace 12 años, refleja perfectamente la actual bronca política y la tendencia a falsear la realidad.
Los cántabros tenemos muy recientes algunas de esas mentiras. La del tren rápido con Bilbao, «una prioridad para este Gobierno», dijo la entonces ministra Raquel Sánchez cuando presentó el proyecto. Su sucesor lo ha enterrado, con la evidente previsión de ejecutar únicamente el tramo Castro Urdiales-Bilbao. En defensa de sus intereses exclusivamente –que no de los de todos los cántabros– acaba de encontrar una aliada en la alcaldesa castreña, Susana Herrán. Mientras, ni el ministro ni su número dos se ponen al teléfono para ofrecer explicaciones, ni al consejero cántabro, ni a la presidenta del Gobierno. Será por no reincidir en la mentira.
Otra más: la condonación de deuda a las autonomías –para enmascarar la pactada quita a Cataluña– podrá ser destinada a gasto social. Lo dijo Pedro Sánchez en la entrevista en RTVE, y lo ha reiterado su ministra de Hacienda. Tanto la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal como el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, lo han desmentido. Lo impide la ley de estabilidad presupuestaria.
La última: quienes prometieron a los ciudadanos de a pie asaltar los cielos, se han limitado a conquistarlos para ellos solos. La pareja Iglesias-Montero, que afirmaba que la educación privada es «un atraco de los ricos a los pobres» envía a dos de sus hijos a un colegio privado de 500 euros al mes. No cambian de opinión. Simplemente, mienten. Continuamente.
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