Llamativo y esperanzador mensaje del delegado del Gobierno, Pedro Casares, en lo que cabe considerar el inicio del curso político en la región. Sin renunciar ... a la crítica al Ejecutivo regional, se aproximó al papel que cabe esperar del cargo que desempeña, aunque para el PP su nombramiento haya tenido como principal prioridad su promoción de cara a los próximos comicios regionales. Casares, que ya se mostró ponderado dos días antes en sus declaraciones tras la detención de los presuntos autores del ataque a la sede socialista en Santander, afirmó en Marrón que «tenemos que trabajar juntos para que las prioridades de los hombres y mujeres de esta tierra estén en la agenda política». Apunte similar cuando valoró la aludida noticia, pidiendo buscar «más lo que nos une que lo que nos separa» y dejando además un contundente titular: «Los mensajes de odio tienen consecuencias». Absolutamente cierto. Al igual que aprobar una amnistía que convierte en casta privilegiada a determinados políticos. Lo mismo que colmar de privilegios a unas comunidades agraviando a otras, a cambio de un puñado de votos. Como dice la tercera ley de Newton, toda acción provoca una reacción.
Desafortunadamente, la oferta del deseable entendimiento planteada por Casares entre PP y PSOE, Gobierno regional y Gobierno central, ha chocado en apenas 48 horas con la cruda realidad del habitual desprecio hacia esta tierra. El martes, el PSOE votaba en el Congreso en contra de acelerar los trámites para la ampliación de la central hidroeléctrica de Aguayo, un proyecto vital para el futuro industrial de Cantabria, una de las comunidades, por cierto, con mayor saturación en la conexión eléctrica. Ese mismo día conocíamos que el País Vasco tendrá 5.000 megavatios más, la mejora de 20 subestaciones y la construcción de cuatro nuevas en los próximos cinco años. El miércoles, con otro proyecto crucial en el orden de día, el tren Santander-Bilbao, el Ministerio daba plantón a la Mesa del Ferrocarril. Bien están las palabras que promueven entendimiento y lealtad entre administraciones, algo que quieren los ciudadanos de a pie mayoritariamente. Pero lo que más desean son hechos. Y la realidad es tozuda
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