Examinar, evaluar
El examen, el juicio, dice mucho de la sociedad, de los vínculos sociales, de las relaciones de poder, de los valores
Vuelven los exámenes de fin de curso. Según el diccionario, examen significa: «Prueba que se hace de la idoneidad de una persona para el ejercicio ... y profesión de una facultad, oficio o ministerio, o para comprobar o demostrar el aprovechamiento en los estudios». Como sinónimos encontramos: evaluar, analizar, verificar, juzgar.
Todos examinamos y todos somos evaluados. Evaluamos a los políticos con nuestro voto. Entre varias alternativas elegimos una profesión, y una pareja. Y valoramos restaurantes, marcas de coches y la actuación de un cantante. La vida humana es escoger entre varios caminos; la libertad tiene esa exigencia (eso sí, nuestra capacidad de elección está muy condicionada; unos somos más libres que otros). Y a lo largo de nuestra existencia somos evaluados. Los otros nos aprueban y/o nos suspenden. De niños, con una sonrisa y con una mala cara, nos dicen «bien» y «mal»; así nos educan, nos orientan, y contribuyen a construir nuestra personalidad. Y ese proceso, con diversas formas, dura toda la vida: pasamos exámenes en la escuela y pruebas de selección en el ámbito laboral; y en el amor nos dicen «te quiero/no te quiero»; y llevamos el coche a pasar la ITV, y el médico nos evalúa (y en ocasiones nos reprende), y el cura examina nuestro comportamiento, incluso repasamos nuestra vida y hacemos examen de conciencia.
Diseñar un buen programa de evaluación es tan importante como el contenido de la enseñanza
El examen, el juicio, dice mucho de la sociedad, de los vínculos sociales, de las relaciones de poder, de los valores. La evaluación nunca es neutra, y siempre tiene consecuencias. El examen alude a lo correcto y a lo incorrecto, a la meta deseable. El visto bueno, la aceptación o no, distingue, clasifica, discrimina.
No puedo escapar de la obligación profesional de valorar. La función primordial de los docentes es lograr que los alumnos aprendan, que adquieran conocimientos, que desarrollen capacidades (y hábitos, actitudes y valores), que logren competencias. Pero junto a estos propósitos se encuentra la tarea de valorar-seleccionar. Los que trabajamos en el sistema educativo formal debemos certificar la capacitación del estudiante. El sistema otorga credenciales, títulos. La organización burocrática se organiza para tratar de garantizar que el titulado ha adquirido el nivel adecuado. Digo a mis alumnos: «No puedo, ni debo, dar un aprobado general». Y explico: cuando subo a un avión quiero tener la certeza de que el piloto tiene la capacidad para manejar ese aparato, y cuando pienso en una intervención quirúrgica quiero tener la seguridad de que el cirujano sabe hacer su trabajo.
Por otra parte, hay que procurar ser justo. No debo dar la misma calificación a un trabajo bien hecho y a otro incorrecto. Tengo la responsabilidad de clasificar, y cada año me preocupa más esta exigencia. ¿Qué consecuencias tendrá para el alumno y el entorno el aprobado o el suspenso?
Nos encontramos en una situación «sistémica». Los elementos que dificultan obtener el «éxito» son múltiples y, además, interactúan entre sí: la formación del profesorado; la selección y orientación de los alumnos; la preparación anterior; el método de enseñanza; el programa; el grupo; la coordinación de niveles y de materias; los mecanismos para corregir los problemas en cuanto aparezcan; los procedimientos para evaluar todos los elementos del sistema; y sí, también el contexto social: la normativa. La inversión económica. Los valores, la cultura y estilos de vida predominantes.
Por supuesto, no es lo mismo un programa formal para formar a nuevos ingenieros que un seminario no formal para enseñar historia a jubilados.
En el primer caso el objetivo principal es formar para el empleo, en el segundo se trata de una actividad sociocultural más relacionada con el tiempo libre. No es lo mismo dar clase a diez alumnos de infantil que a 65 de universidad. Tampoco es igual una prueba de evaluación para miles de opositores, que calificar a quince estudiantes que han ido a clase durante todo el curso.
Conozco a personas que han aprobado una oposición y son inútiles para el trabajo que luego desempeñan. En ocasiones se evalúa la capacidad de memorizar un tema o de resolver un problema, pero no la actitud ante el trabajo, la capacidad para trabajar en equipo, la habilidad para empatizar con los otros.
Diseñar un buen programa de evaluación es tan importante como el contenido y la organización de la enseñanza.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.