Leopardos hechos unos zorros

La modestia de nuestra ayuda a un país que está siendo atacado por la degeneración de una superpotencia (e incluso por degenerados de esa superpotencia, asesinos reclutados en las prisiones con promesa de indulto a los seis meses) revela nuestra inconsciencia colectiva en asuntos de defensa. Si los gobiernos han estado poco dispuestos a invertir en protección frente a peligros más o menos evidentes, es porque percibían que los ciudadanos no se lo íbamos a premiar en las urnas. Y seguramente no se equivocaban. Ha sido culpa nuestra, de los pacifistas de sofá. ¿Y ahora? Ahora el compromiso de alcanzar el 2% del PIB, comprometido con la OTAN. No es un videojuego: un país entero está siendo destruido. Si Ucrania hubiera tenido armas atómicas, nunca Rusia la habría atacado, por miedo a que Moscú o San Petersburgo se convirtieran en Hiroshimas. Kiev está pagando su desarme unilateral de los 90 con la sangre de decenas de miles sus propios ciudadanos. Ahora necesita ser parte de la OTAN, o al menos parachoques de la OTAN. Qué durísima lección.

Muchas más cosas van a salir en los próximos años de los muelles de Santander hacia Ucrania. Si gana, para consolidar su victoria. Si empata, para mantener una guerra eterna a ver quién se cansa antes. Si pierde algo de territorio, para defender la nueva frontera. Y si lo pierde todo, para el nuevo Telón de Acero en la línea del Báltico al Negro. Necesitamos leopardos que estén hechos unas panteras, no unos zorros.