La luz de la sangre
Sobre resucitar a los (vocablos) muertos, en homenaje a los aficionados que salvaron del olvido las voces del pueblo
El montañés, como forma o formas del castellano en Cantabria, pertenecía a un mundo tradicional que se ha ido esfumando en poco menos de un ... siglo: el que va entre el 'Estudio del dialecto popular montañés' (San Sebastián, 1922) del ingeniero iguñés Adriano García-Lomas y los actuales trabajos de universitarios como Jaime Peña Arce, profesor de la Autónoma de Madrid (que en 2019 publicó un relevante artículo sobre García-Lomas). Algo hizo también en su día José María de Cossío ('Aportación al léxico montañés', 1927), padrino literario de Manuel Llano, cuya evocación del lenguaje popular conmovió al propio Unamuno.
García-Lomas fue dando forma a su investigación con ampliadas ediciones en 1949 ('El lenguaje popular de las montañas de Santander', Imprenta Provincial de Santander) y en 1966 ('El lenguaje popular de la Cantabria montañesa', Santander, Aldus). Peña indica que, si bien la parte fonética y morfológica, así como las especulaciones etimológicas, ya no hallan eco en la comunidad investigadora, en cambio aquel repertorio de voces sigue siendo «el acercamiento más completo a las hablas de este rincón de España». Esta excepción se ve hoy como muestra del abandono que el español de Cantabria sufrió durante el siglo pasado, aunque a última hora Manuel Alvar formulase en 1995 un 'Atlas lingüístico y etnográfico de Cantabria'. Y al entonces Presidente de la Asamblea Regional, Adolfo Pajares, y el filólogo de la UC Tomás Salvador, se pudo salvar en 1993 el trabajo lexicográfico del periodista Antonio Bartolomé Suárez, en 'Aforismos, giros y decires en el habla montañesa'.
Los artículos que aquí iniciamos son un modesto homenaje a estos amadores de la palabra, sin los cuales el olvido de la expresión del pueblo hubiese sido casi total. Y quizá animen a algunos lectores, ya de cierta edad, a referir al periódico palabras que recuerden de su juventud, colaborando con el rescate. No podremos resucitar ya el mundo tradicional. Pero sí proponer nueva vida, o al menos prórroga de la antigua, a verbos y adjetivos que se presten a usos metafóricos actuales. Será un rescate creativo, pues toda voz vieja hace resonancia con otra que no llegó a nacer, pero estaba ahí, candidata, y quizá pueda lucir como hija tardía. Pues la palabra es, como dijo María Zambrano, «la luz de la sangre».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión