Aluniceros alucinantes
Desde que uno se convirtió en una especie de cuentacuentos al cobijo de estas páginas, quiso siempre razonar sobre temas de actualidad, o de la ... vida de las personas, o juzgar la política sana, o sobre lo que nos venía en gana escribir y le veíamos cierto interés. Pero desde hace una temporada, nos enfrentamos al folio con una idea… y la mente toma camino hacia otro lado y nos dirige donde quiere, casi siempre a la indignación, a la denuncia o hacia la estupefacción. El asunto del separatismo indecente catalán y la imagen del terrorismo gobernándonos conmueve habitualmente nuestro interior y dirige nuestro bolígrafo hacia ese grupo numeroso de golpistas sediciosos malversadores catalanes que definitivamente nos creen lelos, y no sé si no llevarán razón.
Tienen probablemente la quijada lesionada de tanto reírse de nosotros y, sin embargo, ahí seguimos haciéndoles caricias sobre el lomo, ahora a través del Tribunal Constitucional validando la Ley de Amnistía con la defensa del argumento de que se apagó el fuego en Cataluña, sin entrar a valorar que se ha encendido en el resto de España por la misma razón. Estos delincuentes catalanes son unos aluniceros alucinantes. 'Aluniceros' porque revientan –con el vehículo de los privilegios que siempre tuvieron– la convivencia y 'alucinantes' porque 'alucina vecina', todavía creen que pueden romper España aprovechándose de las circunstancias.
Nada más vomitivo que la 'foto-finish' de Santos Cerdán ('finish' porque en la cárcel no dejan) sentado barriga a plomo en el sillón de la ignominia junto a Puigdemont, el cobardica, fabricando entre ambos la Ley de Amnistía. Quedará en el álbum de fotos de la democracia como el acto más sucio de todos cuantos tuvimos que vivir en esa fase de nuestra dilatada historia. Eso, si no lo supera el flash de la financiación singular o el del referéndum, que están por llegar.
Decía Pepe Hierro, «tu dormías cuando todo estaba en vela. Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro… Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!». Era junio como ahora, y apretaba el calor como ahora, que hacía más pesada la bombona de oxígeno sobre el cuerpo ya maltrecho de nuestro poeta (aunque nos lo quieran disputar) en los últimos escalones de su recorrido vital. Todo sobre el estrado del Ateneo, nuestra casa, junto a López-Vélez, su amigo a pesar de las distancias y ante mi privilegiada presencia.
Así, como pudo, impresionante, recitó toda la belleza de 'Alma Mía', aquel precioso poema suyo, hoy premonitorio. Porque ¿se puede expresar mejor nuestra desidia de hoy? ¿Cómo podemos estar callados mientras los golpistas catalanes se pasean por Las Ramblas ahora bajo el palio de un Tribunal Constitucional preparado para la ocasión? ¿Cómo podemos consentir que nos gobiernen los golpistas y los terroristas que odian profundamente a España? ¿Cómo alma mía? ¡Quién te dijo que durmieras!
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