Súplicas y suplicatorios
Los ciudadanos esperan con ansiedad el ejercicio libre de su opinión observando avergonzados a los matones de discoteca, a los babosos desalmados y puteros o a los simplemente ladrones
Se buscó una palabra tan suave y bonita, 'suplicatorio', para denominar la acción que facilita al poder judicial la posibilidad de obtener permiso para juzgar ... a un miembro del poder legislativo, es decir, a un diputado o senador de las Cortes Generales. Hay que ver con qué belleza se eligió este vocablo en nuestro idioma, que no tiene parangón en otras lenguas.
Todo representante de los ciudadanos goza del privilegio, de un fuero, del que decae cuando se concede el suplicatorio, que es aplicable al tratar de igualar las exigencias que tiene el ciudadano ante la ley para que se hagan extensivas a los miembros del Parlamento. Pero, al mismo tiempo, se le tiene protegido ante una hipotética persecución política arbitraria, y además se impide una instrucción ordinaria en un juzgado de turno, enviando el conflicto directamente al Tribunal Supremo.
Todo forma parte de la excepción, de un fuero, que, aunque pueda parecer una responsabilidad desigual del diputado o senador ante la ley, tiene mucho de confianza hacia aquel español que entrega su tiempo y su energía en defensa de la ciudadanía y de las leyes.
Si hipotéticamente delinque, o existen fundadas sospechas de que lo haya hecho, se solicita el suplicatorio, permiso para juzgarle, y se aborda el procedimiento.
Últimamente el suplicatorio tuvo que ser solicitado para poder juzgar al señor Ábalos y preparado estaba para poder sentar en el banquillo de los acusados al señor Santos Cerdán que, al entregar su acta de diputado, evitó tal embarazoso requisito.
Pero, además de éste, existen otro tipo de suplicatorios, o mejor, de 'súplicas', que ahora mismo, en medio de esta descarga de burlas a la decencia, se hacen más necesarias que nunca: se suplica que caiga todo el peso de la ley con inmediatez sobre aquel diputado o senador que la haya transgredido y que lo haga con urgencia para que no existan dudas y además sin la posibilidad de indultos o beneficios penales que no estén al alcance de todos los españoles. Hay que ejercitar una súplica lastimera añadida, para reclamar que de inmediato se devuelvan al bolsillo del contribuyentes todos los fondos sustraídos. Todo ello está muy bien en aras de la pureza en la aplicación de las leyes y, sobre todo, con el fin de hacer ver el mecanismo disuasorio de 'quien la hace, la paga' en pura justicia y equidad de las leyes.
La UCO, por ejemplo, está demostrando su independencia y los jueces todavía tienen además capacidad de reacción ante la transgresión de las leyes, por muchos ataques que siguen lamentablemente sufriendo.
Pero, ahora mismo, existe una súplica superior a las demás por desconocida, que es la responsabilidad del inductor, del comprador, del muñidor de las mordidas en el manejo de dinero público. Se trata del cooperador necesario, es decir, las empresas y todos sus representantes embaucadores, en cooperación con los funcionarios o representantes públicos mafiosos, que deben de sufrir todo el peso de la ley como inductores descarados y facilitadores del delito.
No se sabe por qué, pero estos delincuentes gozan de un respeto mediático que les concede cierta permisividad ante la acción de la justicia. Si pensamos que esa gente roba directamente al bolsillo del ciudadano al incrementar el precio de las mordidas, sumándolo a las concesiones fraudulentas de que disponen, la ley debe de ser enérgica y contundente sobre ellos, y además lo que siempre se olvida: se debe de articular una norma que impida que esas empresas en el futuro puedan acudir a concursos públicos.
Otra cosa son las responsabilidades políticas 'in vigilando' ante las que nadie en nuestro país se hace responsable. Nadie dimite, nadie admite culpas, nadie se responsabiliza.
Un Gobierno que en la actualidad no tiene mayoría legislativa –incapaz de aprobar los Presupuestos Generales del Estado–, que se sostiene a base de concesiones y regalos al separatismo, huye de las urnas creyendo equivocadamente que las elude cuando sólo las retrasa un poco.
Mientras, los ciudadanos esperan con ansiedad el ejercicio libre de su opinión observando avergonzados a los matones de discoteca, a los babosos desalmados y puteros o a los simplemente ladrones y los escuchan en oscuras componendas que nada tienen que ver con la decencia y el sacrificio público.
La única filosofía que impera es la Tebas de las 100 puertas (Schopenhauer. 'Los Designios del Destino') y vaya Vd. a saber por cuál de ellas está la salida por la que tratarán todos de escapar. Estaremos atentos.
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