Quien no llega a Luna
No corrijas al necio; porque te aborrecerá. Corrige al sabio y te amará (Proverbios 9:8). La edificante máxima bíblica ha sido objeto de infinidad ... de versiones, en muy diversos materiales, medios y soportes. En un azulejo de esos que ponen en las paredes de las tabernucas por si alguien tiene a bien leerlos entre pincho y trago, recuerdo haberlo visto en un mesón de entre Perines y Floranes que el viento se llevó. Con el natural fluir del tiempo, el mensaje florece en internet. En la versión más popular, figura una mosca y una abeja; seguida de la reflexión «por más que la abeja le explique a la mosca que la flor es mejor que la basura, la mosca no lo entenderá porque siempre vivió de la basura», seguida de la máxima bíblica. El axioma parte de un fundamento erróneo. La flor no es mejor que la basura. Lo es para la abeja, que de ella se nutre. No para la mosca, que halla su alimento en la basura. Cada ser vivo responde a su patrón natural. La mosca es negra. Y la abeja, de vistosos colores. Y sus picaduras no son equivalentes. Como no lo son el necio y el sabio. Dándoselas de sabio, Yraizoz afeaba a un presunto pintor necio: «Ayer, vi en la exposición / el cuadro que has presentado / y aprovecho la ocasión / para darte mi opinión / con el juicio que he formado. / No te vayas a ofender / porque diga la verdad; pero, chico, a mi entender, el cuadro que he visto ayer / es una barbaridad. (...) || ¿No conoces, ignorante, / que tu mísera fortuna / te negó ingenio bastante / y que sin llegar a Luna / eres un cuarto menguante?». Que quien es cuarto menguante se vanaglorie de ser Luna ratifica la arrogante condición de la naturaleza humana.
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