La otra memoria histórica
«¿Qué pasaría si un grupo de personas se manifestara en favor de los violadores y pidiera su salida de prisión?»
La historia es parte esencial del presente. Olvidar el pasado, propicia reiterar los errores y no utilizar las enseñanzas que aporta la experiencia. Mantener viva ... la memoria es fundamental porque el aprendizaje se basa, entre otros elementos, en la acumulación de vivencias. España es una nación rica en historia y es obligado tener presente lo sucedido en el pasado, lo bueno y lo malo del pretérito.
La semana pasada se desarrolló en toda España, y en Cantabria en particular, un programa para recordar y poner en valor a las víctimas de la banda terrorista ETA. Los crímenes del terrorismo están tristemente frescos en nuestra memoria y muchos de quienes mataron a sangre fría a policías, militares niños, políticos, trabajadores y mujeres viven en España, en libertad, tras cumplir unos años de prisión.
De los cientos de asesinatos llevados a cabo por los miembros de la banda ETA una buena parte no se han esclarecido y quienes mataron nunca han sido acusados y juzgados. Quienes se benefician de la justicia española mantienen su silencio cómplice y esos delitos prescribirán o se perderán en la noche del tiempo y el olvido.
Recordar el pasado es obligado para no repetir errores que llevaron a segar vidas, produjeron migraciones y a punto estuvieron de terminar con la democracia en España. Se mantiene vivo el recuerdo de la guerra civil y la dictadura franquista. Es necesario no olvidar la guerra civil y la dictadura, para no repetir los mismos errores. Desde la Constitución de 1978, España es una democracia plena y, en ese espacio de libertad, un grupo de asesinos quiso imponer sus ideas mediante el tiro en la nuca, las bombas y el odio a España. Lo lógico es que tengamos presentes esos hechos, que son más cercanos, para que nunca más vuelvan los tiempos oscuros de ETA.
Para recordar los años de plomo es imprescindible un análisis de lo sucedido. Un primer interrogante se ha despejado: Los años en los que cada semana se producía un atentado con víctimas mortales fueron posibles por el apoyo activo o pasivo de una gran parte del pueblo vasco. Los asesinos independentistas contaron con el silencio cómplice de miles de habitantes de las tres provincias vascas y, en ocasiones, con el apoyo activo ofreciendo información sobre las víctimas y refugio a los asesinos. Una parte de la sociedad vasca dio la espalda y se alejó de los familiares de las víctimas. Los amenazados sintieron el abandono de sus vecinos y muchos de los que murieron por las balas de ETA fueron enterrados casi en secreto, como si fuera un sepelio clandestino. Sus amigos y vecinos renegaron de ellos. La memoria debe seguir viva para oprobio de quienes colaboraron con ETA.
En aquellos años, en los que los las víctimas de ETA se contaban por decenas, se produjo un engaño, se activó un trampantojo para no modificar la legislación y endurecer las penas por aquellos atentados. Los tribunales dictaban sentencias de cientos de años para los etarras…, a sabiendas de que esas penas eran papel mojado, porque existía un tope máximo de estancia en prisión.
Se argumentó que no era posible modificar la ley, cosa que se ha demostrado falsa. Años más tarde, cuando ETA dejó de cometer asesinatos, los crímenes contra mujeres y niños produjeron una reforma que implantó en España la pena de cárcel permanente revisable. ¿Por qué no se tomó una medida como esa ante la ola de crímenes de los miembros de ETA? Esa es una pregunta que deberían responder los políticos que han tenido en sus manos la capacidad para legislar.
En estos días en los que los diferentes pueblos del País Vasco celebran sus fiestas, la asociación de víctimas del terrorismo, Covite, ha denunciado ante las autoridades y los medios de comunicación los constantes homenajes a los etarras y las manifestaciones para pedir que salgan de la cárcel sin cumplir sus exiguas penas. Y esa situación se produce con toda normalidad sin que quienes exigen la excarcelación reciban, no ya una multa o se sometan a un tribunal, por el contrario, actúan con completa impunidad. Un miembro de Covite decía en un diario: «¿Qué pasaría si un grupo de personas se manifestara en favor de los violadores y pidiera su salida de prisión?».
El próximo domingo, día 13 de este mes de julio, se conmemora el sádico asesinato de Miguel Ángel Blanco. El día anterior, Javier García Gaztelu, alias Txapote, disparó a sangre fría a un joven que sólo pretendía defender sus ideas, sin violencia, sin pistolas, sin bombas, solamente con la fuerza de la razón y la palabra. No hay que olvidar a Miguel Ángel Blanco ni a su verdugo, para que nunca más se repita la ola de sangre y odio.
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