Miedo a saber
Sorprende que no exista por parte de Cantabria un proceso de verificación del avance de los futuros trenes de cercanías de nuestra región
Acceder a la verdad resulta, en ocasiones, un doloroso proceso. En el ámbito de la comunicación existe un axioma un tanto cínico: «No hay noticias, ... buenas noticias» porque se presupone que una novedad resulta en general una alteración de la rutina y, en multitud de ocasiones, un hecho negativo. Entre quienes nos gobiernan se extiende el temor a conocer la verdad, porque no es agradable comprobar que la prédica optimista y buenista colisiona con una realidad mucho menos brillante.
Un ejemplo lo hemos tenido esta misma semana en Cantabria. El consejero de Fomento, Roberto Media, se mostraba convencido de que se cumplirá el plazo anunciado para que, el próximo año, se entreguen los nuevos trenes destinados a las cercanías de nuestra región. Son los convoyes proyectados para sustituir a aquellos que, en una chapuza digna de pasar a los anales de la incompetencia, no cabían por los túneles y, en buena lógica, el proyecto se dejó sin efecto y hubo que contratar otros ajustados a la realidad.
Mientras el consejero, del Gobierno del PP, se mostraba optimista, el diputado regional y senador por el PP, Íñigo Fernández, arrojaba dudas sobre la buena marcha de la construcción de esas locomotoras y vagones. Íñigo Fernández basa sus dudas en las declaraciones de los sindicatos con representación en la factoría donde se fabrican los trenes, que consideran que el ritmo de los trabajos es lento y que no se podrá cumplir el plazo de entrega.
Sorprende que, tras meses y meses desde que la factoría Construcciones y Auxiliar de Ferrocarril (CAF) trabaja en el encargo de esos trenes, no exista un mínimo seguimiento del proceso de fabricación y acerca del cumplimiento del calendario previsto. La sorpresa es mayor, porque hace unas semanas el Gobierno cántabro anunció que una comisión iba a desplazarse hasta la localidad vasca de Beasáin para inspeccionar sobre el terreno los avances en la construcción. El anuncio quedó en nada.
Beasáin no se encuentra en un lugar remoto o de difícil acceso. La distancia desde Santander es de 200 kilómetros, por autovía, y se puede realizar el viaje en poco más de dos horas. Es posible partir por la mañana desde Santander, inspeccionar la factoría en la localidad vasca y regresar a casa a primera hora de la noche. La pregunta es obvia: ¿Qué razón existe para que unos técnicos cántabros no viajen cada mes o, al menos, cada trimestre hasta Beasáin y comprueben los avances en la construcción? ¿No deben nuestros gobernantes y representantes en el Parlamento informarse e informar sobre la evolución de asuntos que son vitales para nuestra comunidad autónoma?
Las declaraciones de Íñigo Fernández acerca de las dudas en la buena marcha de la construcción de los nuevos trenes cobran más valor, porque siendo el consejero puesto en cuestión un hombre del Gobierno del PP, el diputado popular ha entendido que primero está el interés de los cántabros que la defensa de sus siglas. Un ejemplo a imitar.
El día nueve de este mes de julio, El Diario Montañés publicaba una noticia que confirma la absoluta necesidad de controlar constantemente la marcha de las obras que, aunque no dependen de la región, son esenciales para Cantabria: La ansiada autovía que debe unir Aguilar de Campoo con Burgos avanza con exasperante lentitud. El tramo que está en obras entre Montorio y Quintanaortuño (11,7 kilómetros) debería estar terminado en agosto del próximo año. El Ministerio de Fomento informa que solamente se ha ejecutado el 20% del presupuesto, lo que supone que el próximo agosto esa parte de autovía seguirá en obras, sin fecha real de entrada en servicio. Si hubiera existido una inspección periódica de la obra el retraso se habría detectado mucho antes y se podría exigir a Fomento que acelere los trabajos. Por cierto, ¿qué va a hacer Cantabria ante esta incapacidad del Gobierno de España?
Los cántabros nos jugamos el presente y el futuro en contar con una red de comunicaciones a la altura del resto de España. Un déficit estructural en ese sector supone un obstáculo para el desarrollo de nuestra comunidad. Esa razón es más que suficiente para que se arbitre un método sencillo y transparente que monitorice las obras que afectan a los habitantes de esta tierra, un control que informe de manera periódica de la marcha de aquellos asuntos que son vitales, para actuar antes de recibir noticias como está última de la obra en la autovía Aguilar-Burgos o no saber si los trenes nuevos llegarán a entrar en servicio según el plazo anunciado, que ya supone un retraso de años.
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