Ochenta años de la bomba atómica
Aún se mantiene vivo el debate sobre la legitimidad de esa acción bélica, por parte de los Estados Unidos
El próximo miércoles, 6 de agosto, se cumplirán 80 años de la detonación de la bomba atómica, en la ciudad japonesa de Hiroshima, que marcó ... el final de la Segunda Guerra Mundial. Ocho décadas después, aún se mantiene vivo el debate sobre la legitimidad de esa acción bélica, por parte de los Estados Unidos.
Para evaluar con justicia la activación del artefacto nuclear es imprescindible conocer, en detalle, la situación y ubicar en su contexto los argumentos manejados a la hora de decidir.
En el centro del debate sobre realizar, o no, la primera explosión de un arma atómica sobre población civil hay que contemplar la encrucijada en la que se encontró el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman. Posiblemente, ordenar el lanzamiento de la bomba ha sido la más difícil decisión que una persona ha tenido que adoptar en el siglo XX. En atención a las complejas circunstancias que condicionaron la autorización a emplear el arma atómica se impone un análisis para evaluar la dicotomía que tuvo que resolver Truman.
En primer lugar, Truman llegó a la presidencia del país por el fallecimiento, en abril de 1945, del carismático Franklin D. Roosevelt. No tenía ni la misma legitimidad que Roosevelt, ni sus apoyos ni, mucho menos, su experiencia.
La guerra en el Pacífico fue muy diferente a la europea. En Europa se cometieron brutalidades sin tasa, los campos de exterminio nazi son el ejemplo máximo. Pero en la guerra en suelo europeo, algunos países se rindieron cuando consideraron que no podían ganar la guerra, Francia es el ejemplo más importante y cuando los aliados desembarcaron en Francia muchos soldados deponían sus armas y eran considerados prisioneros de guerra.
En el avance contra Japón la situación era radicalmente diferente. Los militares japoneses no asumían la rendición y no solamente luchaban aun a sabiendas de que su resistencia era inútil, sino que cuando veían todo perdido no deponían las armas y se lanzaban en ataques suicidas contra los soldados norteamericanos.
La conquista de la isla de Iwo Jima, en el mes de marzo de 1945, supuso el momento decisivo para que Truman comenzase a sopesar la necesidad de terminar con la guerra de manera inmediata. Iwo Jima es una pequeña isla volcánica que únicamente tenía un valor: ser la base de los aviones aliados para poder atacar directamente a Japón. Las tropas niponas estaban completamente aisladas y sabían que no podían recibir refuerzos ni tampoco abastecimiento. Pese a ello resistieron hasta el final y causaron cinco mil muertos a los aliados y casi veinte mil heridos.
Las siguientes batallas, para pisar el territorio del emperador Hirohito, tuvieron características similares. Truman debía elegir entre asumir la muerte de miles de jóvenes americanos y australianos para conquistar el territorio o emplear la bomba atómica para poner punto final a la resistencia japonesa.
Así, en la mañana del 6 de agosto de 1945, tres meses después de la caída de Berlín, un bombardero de los Estados Unidos, el 'Enola Gay', derramó el horror sobre la ciudad de Hiroshima que quedó completamente devastada en la que murieron más de más de 100.00 personas.
Pese a esa demostración de fuerza, Japón no accedió a rendirse. Incluso un grupo de altos mandos militares impidieron que el emperador pudiera plantear esa alternativa. Pocos días más tarde, Estados Unido lanzó una segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki. Una brutal forma de desmentir a los militares japoneses que sostenían la tesis de que la bomba de Hiroshima era la única que poseían los Estados Unidos.
Finalmente, el gobierno aceptó la realidad y Japón se rindió en una ceremonia presidida por el general Douglas MacArthur, el 2 de septiembre.
En un análisis ajeno a la mentalidad totalitaria y teocrática, las autoridades japonesas debieron entregar las armas muchas semanas antes, porque carecían de su flota, apenas conservaban fuerza aérea y no podían recibir suministros básicos para seguir enfrentándose a la colosal máquina de guerra norteamericana. Por si fuera poco, la rendición de Alemania e Italia permitía a los aliados volcar toda su potencia bélica en el frente del Pacífico.
La detonación de 'Little boy' supuso abrir una nueva etapa, un periodo de equilibrio nuclear que se ha mantenido inerte durante 80 años, pero que es una amenaza latente. Truman actuó según su conciencia, con la idea fija de salvar la vida de miles de jóvenes americanos. Películas como las dos rodadas por Clint Eastwood sobre la toma de Iwo Jima o 'Salvar al soldado Ryan' ayudan a comprender las razones de la terrible decisión el presidente Truman.
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