El silencio de las ovejas
La nueva afrenta que se ha infringido a nuestra tierra la aceptamos los cántabros sin apenas levantar la voz
La sentencia que ordena paralizar y demoler lo ya construido del tramo del AVE Palencia/Reinosa, que atraviesa la capital palentina, ha sido un duro ... golpe, otro más, a un proyecto que bien puede ser el símbolo de Cantabria: una región condenada a la frustración que acepta en silencio el menosprecio y la humillación. Una comunidad digna seguidora de Leopold von Sacher-Masoch, el novelista que dio nombre al masoquismo. La afrenta que se infringe a nuestra tierra la aceptamos los cántabros sin apenas levantar la voz, con un silencio ovejuno o, en el mejor de los casos, una leve protesta. Nada que inquiete a quienes nos mantienen alejados del progreso. Este nuevo golpe bien puede suponer un retraso de años para que Reinosa cuente con una estación AVE que acorte el viaje hasta el sur de España.
La noticia se conoció el viernes de la semana pasada. Ante un hecho de esa gravedad sólo unas declaraciones de la presidenta de Cantabria, que no habrán inquietado lo más mínimo al ministro y menos aún al presidente del gobierno. Los partidos políticos se mantuvieron mudos el fin de semana y los diferentes grupos profesionales y ciudadanos, que componen la sociedad civil, en silencio, como si el asunto no nos afectara. Únicamente cuando El Diario Montañés requirió su opinión mostraron su disgusto por la noticia. Nada que al ministro le turbe lo más mínimo.
El desprecio del gobierno de España a Cantabria resulta ofensivo y debería suscitar una respuesta unánime, contundente y perseverante.
Este párrafo de El Diario Montañés es razón suficiente para que el Parlamento apruebe la reprobación del ministro y le considere persona non grata: «La alta velocidad llegará a Santander en 2007». Esta frase la dijo el que hace 25 años era ministro de Fomento del PP, Francisco Álvarez Cascos. Pues ni 2007, ni 2017 y tampoco 2027.
Un cuarto de siglo después de aquella declaración rimbombante, Cantabria ha renunciado a que el tren de alta velocidad llegue a su capital, Santander, –se quedará en Reinosa– y asistimos al lento y frustrante avance de unas obras en la meseta palentina que nos recuerdan aquel trenecito 'Magdaleno' con el que Juan González Bedoya recorrió las calles de Santander para parodiar las promesas del AVE a Cantabria. La actitud de menosprecio de los diferentes gobiernos a Cantabria es transversal. Tanto la izquierda como la derecha, o sus diferentes alianzas, han pasado por Moncloa y por la sede de Puertochico. Apenas si ha quedado huella de sus gestiones. Siempre promesas que se esfuman con el paso del tiempo.
Los trenes AVE proliferan en España y en todas partes hubo grupos que se opusieron, por diferentes causas. Los proyectos no fueron tumbados por los jueces y el ferrocarril ha llegado, con más o menos retraso, a la mayor parte de ciudades. En Cantabria todo es diferente. Los proyectos chocan con la Justicia y los plazos son simplemente palabras que quedan en los titulares de prensa y que se olvidan pronto.
Esta situación requiere unidad y firmeza. No estamos ante una diferencia ideológica, ni siquiera de prioridades. Por esa razón, es obligada la unidad de políticos y sociedad civil. La alcaldesa de Palencia, Miriam Andrés Prieto, ha dado un ejemplo. Es militante socialista y fue elegida en la lista socialista de Palencia. Cuando un grupo de vecinos y diferentes asociaciones planteó al ministro socialista su rechazo al trazado del pequeño tramo del AVE que conecta el sur con el norte de la ciudad, no dudó en ponerse del lado de los vecinos y enfrentarse al ministro socialista. Puso los intereses de sus ciudadanos por delante de los colores de su partido.
El silencio, dejémoslo en murmullo, de las instituciones de Cantabria respecto a esta pésima noticia no es la excepción, sino la norma. Los cántabros parecemos manso rebaño que considera que nada nos afecta. Después se elevan las quejas de la migración de los jóvenes bien formados a otras comunidades o países, se anuncia de manera recurrente que Cantabria pierde crecimiento respecto de la media española, se acepta que se lleven los trenes mejores a Cataluña y se contempla, como si no nos afectara, que las obras de la autovía Aguilar de Campoo-Burgos avancen tan despacio, que apenas se note.
Los cántabros no somos corderos listos al sacrificio por el interés de un partido u otro. La carencia de presión sobre el gobierno de España nos ha traído a esta situación. No es posible esperar más para responder con fuerza democrática a quienes gobiernan el país. Cantabria debe responder con una fuerza que se demuestre en las instituciones, en las calles y en las urnas.
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