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«¿Qué tal todo por ahí?». El mensaje de wasap llega a media mañana, a una hora espléndida y simple, con la luz encendida, el ... portátil respondiendo al teclado, la máquina de café emitiendo gorgoteos al fondo de la oficina y la tienda pesando manzanas, imprimiendo tiques de compra. De repente la normalidad resulta tan convencional que parece mentira que el apagón sucediera, que nos haya trastocado de esta manera nuestra fe en la magia de los voltios y los gigas. Contesto al mensaje que todo bien, que por aquí, en Cantabria, hay total normalidad, sin embargo, este recelo que se ha instalado en nosotros desde el lunes me obliga a poner tres puntos suspensivos a mi respuesta.

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