Septiembre
Hay algo en las tradiciones que nos anclan al suelo que pisamos de una forma física. Y estos días, esa tradición tiene que ver con ... los olores. No hablo de la suciedad de las calles o los orines que se acumulan en las esquinas de las entradas de los parking subterráneos o el hedor que emana de las alcantarillas cuando no llueve. Hablo de lo que empieza en realidad cuando arden las hogueras de San Juan, los que despiertan sus esquirlas.
Estos días huele a fogata en Cantabria, y en la ropa que nos quitamos tras el fuego, cuando la lavamos, lo hacemos con esa intención de lavar también el año y lo que ha pasado, lo que no ha funcionado, lo que quedó para siempre pendiente junto a los objetivos cumplidos. Huele a brasa, a ese calor remanente de lo que ha prendido durante tanto tiempo y se resiste a morir. Huele a barbacoa y a perfumes y a maletas, porque el ruido de las ruedas de las maletas cambia también el olor de la ciudad, de los bares, de los ascensores donde de repente hay un olor distinto durante quince días. En el mejor de los casos también huele a sardinas, a pretérito perfecto en familia, huele a gasoil de pedreñera, a bocadillo envuelto en papel albal, a toalla húmeda de sal. Porque cuando empieza el verano, aunque de adultos no tengamos vacaciones escolares hay una infancia que se empeña en sobrevivir, y lo hace precisamente ahí, en los olores.
Aunque el despertador siga oliendo a chamusquina, se lleva mejor cuando notas el olor de las tormentas repentinas, el olor de la crema solar en las paradas de autobuses, el olor a libros en la plaza Porticada con el inicio mañana de la Feria del Libro de Santander (Felisa), el olor a palacio real con la UIMP abriendo las aulas de La Magdalena (aunque este año por primera vez las cierre durante toda una semana en agosto). Estos días huele a lo que tenemos pendiente por vivir, a las visitas esperadas, a las inesperadas, huele a reencuentros y a despedidas. Y como si fuera una epopeya, huele un poco también a sueños, a que septiembre llegará con algo nuevo, distinto, con una propuesta de futuro, con mochilas nuevas y proyectos y zapatos nuevos, aunque los pies sean los mismos. Esa es la tradición. Hasta que llegue septiembre, gocen y lean.
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