De Marte a la Tierra

Pues la misma especie que ha forjado con su admirable y eficaz trabajo un éxito así de epatante se muestra incapaz de arreglar en la Tierra problemas cotidianos que deberían ser un millón de veces -un millón, como mínimo- más fáciles de resolver que llegar al planeta rojo. La misma especie. ¿Por qué en un caso ha sido capaz y en tantos sigue fracasando? Porque de nuevo ha quedado claro, clarísimo, que en la vida las cosas sólo se logran o resuelven cuando hay plena disposición para hacerlo. Disposición, sí. He ahí la palabra clave en cualquier circunstancia. Si no existe, todo se convierte en problemático, todo es sinónimo de imposible; las pegas son constantes, inevitables. Si existe, ningún obstáculo del camino, por enorme que sea, impide el alcance de un objetivo o una solución. Ninguno. Cualquiera ha podido comprobarlo en momentos cruciales de su propia vida cuando precisó ayuda ante una coyuntura inesperada, angustiosa, grave, atemorizadora. Sin disposición, sin empatía hacia los demás, sin generosidad, sin afán común, sin decisión para finiquitar una dificultad, sin ganas de avanzar, sin espíritu de superación, ni se llega a Marte ni se obtiene nada provechoso a título individual o colectivo. Infinitos ejemplos de ámbito local, regional, nacional e internacional lo demuestran.