El milagro de los libros y los peces
ENTRE PARÉNTESIS ·
La temperatura refresca entre peces y escritores. Hay menú de bonito del norte e insólitas historias que ponen en la mesa mis amigos, entre ellas ... la milagrosa multiplicación de libros que hace años se regalaron en la Plaza de la Esperanza por la compra de pescado.
Viví en los tiempos en que el periódico, además de informar, tenía la no menos honrosa función de envolver lirios, ojitos, fanecas o sardinas. Incluso en la posguerra, me dicen que se rescataban libros de texto entre las pescaderas que hubieran destinado sus páginas a envoltorio del género. Pero regalar libros por la compra de pescado me llegó al alma. Cosa del ayuntamiento santanderino por tanto comprar tiradas de editoriales. Y aunque alguno de los comensales expuso con ironía que mejor sería regalar merluzas por la compra de libros, se convino en aceptar juiciosa la medida al compararla con la de otras instituciones que recurren al almacenamiento perpetuo de los ejemplares que subvencionan.
Dicen los evangelistas que Jesús dio de comer a cinco mil de sus seguidores multiplicando cinco panes y dos peces, y que se recogieron doce cestos llenos de sobras. Aquel milagro se ha repetido con la explosión demográfica de los libros y los muchos cestos con los ejemplares que nadie quiere. Porque nunca hubo tantos escritores, tantas obras publicadas, tantas subvenciones y tantos sobrantes desperdiciados. Ahí están los libros para adornar estanterías, los enterrados en los sepulcros de los almacenes que nunca verán la luz de la lectura, los expulsados de los hogares por falta de espacio, los abandonados en la calle como mascotas, los que se convertirán en humo de las hogueras y los que, quizás más afortunados, acompañarán al pescado entrando en casa por la cocina, que por algo son alimentos espirituales que también hay que saborear, entre páginas de bonito del norte e insólitas y apasionantes historias, por ejemplo.
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