Está claro que, de una forma u otra, hay que enfrentarse a lo que nos duele ver y comprobamos ofensivo. Así, la deslealtad o traición ... de aquel en quien confiábamos. O los abusos y malos tratos, expresados tanto mediante una feroz opresión como con una indiferencia desalmada. Pero no queda otra cosa que asimilar la realidad y aferrarnos a la razón y a algunos vínculos de apego. ¿Qué hacer ante lo irremediable? Necesitamos rehacernos y activar lo que desde hace unos años se denomina resiliencia. Flexibilidad y adaptación para dejar atrás el trauma. Y nunca negar lo vivido o disimularlo.
Cuando se menciona a los nazis del III Reich es imposible desprenderse de la merecida imagen que tienen, pues fueron asesinos brutales y despiadados. Pero comenzaron postulándose como «un movimiento que no conoce ricos o pobres, sino solo compatriotas alemanes, personas que se pertenecen mutuamente», algo que hoy nos puede sorprender. Hacían piña frente a los 'otros' y por esto su régimen totalitario fue aclamado. Deportadas de sus países de origen y esclavizadas, millones de personas hicieron trabajos forzosos, en especial en la industria de armamento y en faenas agrícolas. Los 'Ostarbeiter' ('ost': este; 'arbeiter': trabajadores) eran no alemanes del este de Europa (en especial ucranios, polacos, rusos y bielorrusos) y debían llevar en su vestido un parche con la inscripción 'Ost'. Otros tenían que portar en la pechera una F (de 'fremd': extranjero). De estigma en estigma, no solo hubo amarillas estrellas de David.
Aquella ramificada organización criminal envileció al pueblo que decía representar con apego exclusivo. El narcisismo totalitario y maltratador.
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